La Batalla de Guadalcanal, librada entre el 7 de agosto de 1942 y el 9 de febrero de 1943 en el remoto archipiélago de las Islas Salomón, fue la primera gran ofensiva terrestre lanzada por los Aliados contra el Imperio del Japón y una campaña prolongada, brutal y decisiva que marcó el punto de inflexión absoluto en la Guerra del Pacífico.
Más que una sola batalla, fue una campaña de seis meses que englobó feroces combates terrestres, encarnizados enfrentamientos navales y constantes duelos aéreos, un choque de desgaste que probó la determinación, la logística y la capacidad de combate de ambas naciones.
Esta lucha despiadada por un pedazo de jungla aparentemente insignificante, cuyo objetivo central era un aeródromo en construcción, se convirtió en un símbolo de la contraofensiva aliada y el campo de prueba donde la maquinaria industrial estadounidense y la tenacidad de sus Marines comenzaron a eclipsar la ferocidad y la experiencia del veterano ejército japonés.
El contexto estratégico que llevó a la invasión fue la necesidad imperiosa de los Aliados de detener el avance japonés hacia las líneas de comunicación marítimas entre Estados Unidos y Australia.
Tras la Batalla del Mar del Coral y, crucialmente, la victoria en Midway, la iniciativa estratégica pasó brevemente a manos aliadas. Los servicios de inteligencia descubrieron que los japoneses habían comenzado a construir un aeródromo en la isla de Guadalcanal.
Su finalización hubiera permitido a la aviación japonesa amenazar directamente las rutas de suministro aliadas y aislar a Australia. Por lo tanto, la captura de ese aeródromo se convirtió en un objetivo vital.
La operación, bautizada como Watchtower ("Atalaya"), fue lanzada apresuradamente, con una planificación mínima y con fuerzas mayoritariamente compuestas por Marines de la 1.ª División de Marines, muchos de ellos sin experiencia combativa.
La campaña comenzó el 7 de agosto de 1942 con desembarcos sorpresa en Guadalcanal y en las pequeñas islas vecinas de Tulagi y Gavutu-Tanambogo.
La sorpresa fue total y los Marines tomaron la playa y el aeródromo en construcción con relativa facilidad, rebautizándolo de inmediato como Campo Henderson en honor a un piloto caído en Midway.
Sin embargo, esta facilidad inicial pronto se evaporó. La reacción japonesa fue rápida y violenta. En la noche del 8 al 9 de agosto, una fuerza de cruceros japoneses sorprendió a la fuerza naval aliada de cobertura en la Batalla de la Isla de Savo, hundiendo cuatro cruceros pesados aliados en una de las derrotas navales más humillantes de la historia de la US Navy.
La flota de invasión, privada de su protección, se vio obligada a retirarse, dejando a los Marines varados en la isla, con suministros insuficientes y apenas la mitad de su equipo descargado. Este incio desastroso dejó a los Marines aislados y sentó las bases para una campaña de asedio.
Lo que siguió fue un ciclo infernal de seis meses. Los japoneses, subestimando inicialmente la fuerza estadounidense, comenzaron a enviar refuerzos en pequeños grupos por mar, un tráfico nocturno que los Marines apodaron "Tokyo Express".
Estos refuerzos desembarcaban y lanzaban ataques frontales masivos y despiadados contra las defensas perimetrales de los Marines, centradas en el Campo Henderson.
Batallas legendarias como la Batalla del Río Tenaru (21 de agosto) y la Batalla por la Cresta de Edson (12-14 de septiembre) vieron a los Marines, apoyados por artillería y, crucialmente, por aviones del Campo Henderson (los "Cactus Air Force", una mezcla improvisada de aviación de la Marina, Marines y Ejército), rechazar oleadas de ataques banzai con enormes bajas para los japoneses.
El control del aire desde Campo Henderson resultó ser el factor decisivo, negando a los japoneses la capacidad de operar libremente de día y haciendo extremadamente costoso el envío de suministros.
La lucha por el control de las aguas alrededor de la isla fue igualmente feroz y costosa. Se libraron siete grandes batallas navales (Savo, Salomón Orientales, Cabo Esperanza, Islas Santa Cruz, Naval de Guadalcanal, Tassafaronga y la Isla de Rennell), generalmente en brutales combates nocturnos a corta distancia donde la destreza japonesa con los torpedos se imponía inicialmente.
La Batalla Naval de Guadalcanal (12-15 de noviembre) fue el punto culminante: un choque caótico y sangriento que impidió un bombardeo masivo japonés al Campo Henderson y el desembarco de un gran convoy de refuerzos. Aunque las pérdidas fueron altas para ambos bandos, fue una victoria estratégica aliada que quebró el intento japonés de retomar la isla.
En tierra, la campaña se convirtió en una pesadilla de jungla para ambos bandos. Los Marines, y luego los soldados del Ejército estadounidense que los relevaron, lucharon no solo contra un enemigo implacable, sino también contra el hambre, las enfermedades tropicales (disentería, malaria), el calor agobiante y un terreno traicionero.
Los japoneses, aislados y con una logística desastrosa, sufrieron horrores indecibles, reducidos a la inanición y a comer cortezas de árboles y ratas. La última ofensiva japonesa importante fue aplastada en la Batalla de la Montaña Austen, el Caballo Segado y el Gallo Escalfado en diciembre de 1942.
Para finales de enero de 1943, el alto mando japonés, reconociendo finalmente la imposibilidad de la victoria y la insostenibilidad de las pérdidas, decidió evacuar a sus tropas supervivientes.
En una operación audaz y exitosa bautizada Operación Ke, lograron extraer a unos 11,000 soldados entre el 1 y el 7 de febrero de 1943. La campaña fue declarada oficialmente terminada el 9 de febrero.
Guadalcanal fue una victoria aliada crucial y una derrota estratégica catastrófica para Japón. Las pérdidas fueron terribles: unos 7,100 soldados aliados y 31,000 japoneses murieron, la mayoría por enfermedad y hambre.
La marina japonesa perdió una cantidad crítica de buques y, lo que es más importante, de pilotos navales veteranos irremplazables.
Estratégicamente, Japón perdió para siempre la iniciativa y se vio forzado a una costosa defensa perimetral. Para los Estados Unidos, Guadalcanal fue la prueba de fuego que forjó a sus fuerzas y demostró que podían vencer al hasta entonces invencible soldado japonés en las condiciones más duras imaginables.
Fue el "fin del principio" en el Pacífico, el primer paso en el largo camino hacia Tokio que culminaría con la victoria final.