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martes, 30 de agosto de 2022

El proceso técnico de explotación minera colonial en Zacatecas

La primera parte del proceso era el corte y extracción del metal desde las profundidades hasta los ingenios de moler. 

Era tarea de dos tipos de trabajadores: los barreteros y los tenateros. Los barreteros cortaban el mineral con cuñas, martillos y barretas y los tenateros lo trasladaban hasta la boca-mina. 

Las condiciones de trabajo de estos últimos eran particularmente duras. Una vez en la superficie, el mineral era llevado en mulas hasta la hacienda de minas o de beneficio. Allí, el mineral era triturado en los molinos de pisones. 

Si en Potosí estos ingenios eran movidos por la fuerza hidráulica, en Zacatecas, a falta de agua suficiente, la energía animal de las mulas movía los pisones. 

Algunas minas del centro de México (Pachuca, Taxco, Temastaltepec, etc.) tenían, en cambio, la posibilidad de acudir también a la energía hidráulica. 

Hay una clara distinción entre las grandes minas norteñas (Zacatecas y Guanajuato), casi exclusivamente movidas por mulas y las del centro, donde la fuerza motriz hidráulica acompañaba al uso de la de las mulas. 

El mineral triturado atravesaba inmediatamente una criba donde se filtraba para volver a triturar los pedazos mayores. El paso siguiente era el proceso de amalgamación propiamente dicho. 

Ya en 1563, la utilización del mercurio era corriente en Zacatecas. La mena ya molida, que recibía el nombre de «harina» en México, era llevada hacia un gran espacio abierto donde se le iba agregando agua, hasta que adquiría una consistencia espesa. Luego se le ponía sal común y se iba rociando el mercurio. 

La resultante se llamaba «torta» y se colocaba en un gran recipiente temporal de forma circular donde se «pisaba» repetidas veces hasta que el mercurio estaba completamente amalgamado con la plata. 

Se llevaba la torta hacia las tinas de lavado donde se agregaba agua a la mezcla y se agitaba. Las partículas más pesadas (la amalgama de plata y mercurio) quedaban en el fondo. 

Esta masa, llamada «pella» era extraída y después comprimida en unos moldes triangulares y se colocaban debajo de un capelo de metal en forma de campana. 

Cuando se le aplicaba calor desde abajo, el mercurio se separaba por vaporización, condensándose en las paredes y la plata quedaba en forma de piña, casi totalmente pura. 

Sólo restaba la fundición para transformar las piñas en barras de peso fijo.


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domingo, 21 de agosto de 2022

LAS ESTRUCTURAS DEL PODER EN EL PERÍODO COLONIAL INICIAL

En los inicios de la colonización en los reinos de la monarquía hispánica, se establecieron formas institucionales para estructurar el poder y la jurisdicción. 

Los primeros encargados fueron los gobernadores, seguidos por las audiencias y, finalmente, los virreyes. 

Es crucial destacar que, al menos en el primer siglo de dominación, no se hacía referencia al término "Virreinato". Aunque existía un virrey, este gobernaba el "Reino de Nueva España".


Es necesario reconocer las diferencias entre ser virrey en regiones como Aragón, Cataluña o Nápoles, con sus arraigadas tradiciones jurídicas, usos y costumbres consolidadas, y el contexto en la realidad indiana. 

En este último, los virreyes se enfrentaban a conquistadores, sus familiares, aliados y seguidores, así como a sociedades indígenas sometidas al derecho de conquista. La conquista otorgaba derechos que serían inaceptables en reinos como Nápoles.


La transición del derecho conferido por la conquista militar a las consecuencias legales derivadas de la legitimidad dinástica era jurídicamente significativa. 

Durante este periodo temprano, el poder de los virreyes americanos resultaba menos cuestionado en comparación con sus homólogos en el resto de la monarquía hispánica.


La fundación del Consejo de Indias en 1524 reflejaba funciones similares a las del Consejo de Estado en Castilla o el Consejo de Aragón. 

La segunda Audiencia, establecida en 1531 con letrados destacados, marcó el inicio de la instauración de un orden jurídico en el Reino de Nueva España. 

Algunos letrados, como Maldonado y Quiroga, serían recordados por sus acciones a favor de los indígenas.


La llegada del primer virrey en 1535, don Antonio de Mendoza, impulsó la institucionalización de Nueva España. 

Su gobierno y el de su sucesor, don Luis de Velasco el Viejo, entre 1550 y 1564, sentaron las bases de la estructura estatal en la región. 

Las Leyes Nuevas, promulgadas por Mendoza en 1542, y las restricciones de dominium a los encomenderos bajo Luis de Velasco, rompieron cualquier posibilidad de establecer una sociedad feudal en tierras americanas.


Es esencial recordar que, en el momento de la conquista, la sociedad castellana era jerárquica y feudal, con el concepto de renta-privilegio como eje central. 

Sin embargo, los conquistadores buscaban escapar de sus posiciones subordinadas en España, aprovechando el derecho de conquista sobre pueblos no-cristianos. 

La Corona tenía el objetivo de evitar la consolidación de una auténtica nobleza señorial en Nueva España con dominio sobre las masas indígenas.


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viernes, 19 de agosto de 2022

LA MINERIA DEL SIGLO XVI EN MESOAMERICA


Durante el siglo XVI, la actividad minera en América experimentó una transformación radical en sus centros de producción, marcando un hito significativo en la historia económica de la región. 

A partir de la década de 1660, la minería novohispana emergió como el líder indiscutible en la producción de plata en la América-ibérica, desplazando a Potosí de su destacado papel.


Mientras las minas del Alto Perú se sumían gradualmente en un declive inevitable, Nueva España, especialmente sus minas norteñas, ascendía para ocupar ese vacío. 

Las fechas históricas como 1546 en Zacatecas, 1557 en Guanajuato, 1558 en Sombrerete, 1563 en Durango, 1568 en Mazapil, 1569 en Cuencamé, y 1592 en San Luis Potosí, marcan la expansión de la minería hacia el norte novohispano.


El par Zacatecas-Sombrerete se erigió como la mina más destacada y crucial en este cambio geoeconómico. 

El desplazamiento progresivo de la actividad minera hacia el norte dio lugar a la formación de una "frontera minero-agraria". 

Esto implicó la creación de ciudades y villas en áreas escasamente aptas para la agricultura, generando una frontera agraria que se movía en sintonía con la actividad minera.


Un ejemplo palpable de esta dinámica es Zacatecas, que se convirtió en el epicentro del intercambio comercial. 

Recibía cargamentos de trigo desde el Bajío, maíz de valles cercanos para alimentar a los indígenas y, sobre todo, para las mulas que desempeñaban un papel esencial. 

Además, llegaban ganados mayores y menores, vino, mescal, azúcar y sus derivados, así como diversas variedades de pescado, telas de obrajes textiles y mantas de algodón.


Mientras las mercancías de cada región convergían en Zacatecas, las barras de plata, convertidas en caravanas de mulas, se dispersaban por una intrincada red de caminos en busca de la "tornavuelta" hacia esas mismas áreas de producción mercantil. 

Este fenómeno no solo transformó la geografía económica, sino que también dio vida a una intensa actividad económica regional, marcando la transición de poder económico desde el Alto Perú hacia las minas norteñas de Nueva España.


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jueves, 18 de agosto de 2022

LA PENÍNSULA IBÉRICA Y EL ATLÁNTICO: EL INICIO DE UNA NUEVA ERA

El año 1248 marcó un hito crucial en la historia de la Península Ibérica cuando los castellanos tomaron Sevilla, consolidando su control sobre la región. 

Este evento no solo tuvo repercusiones políticas, sino que también transformó a Sevilla en un punto estratégico en las relaciones entre la meseta y el litoral.

Sevilla, además de ser un centro de producción agraria, se convirtió en un imán para emigrantes y aventureros de toda la península, incluyendo la llegada de genoveses desde fuera de España. 

Lisboa, por otro lado, albergaba una floreciente colonia de mercaderes italianos, particularmente notoria durante el dominio de la Casa de Avis a finales del siglo XIV.

La Casa de Avis, encabezada por el renombrado monarca Don Enrique el Navegante, desempeñó un papel fundamental en la expansión portuguesa en el Atlántico. 

Esta expansión se materializó hacia las islas de Madeira, Azores y Cabo Verde, marcando el comienzo de la actividad económica centrada inicialmente en madera y trigo, que más tarde se desplazaría hacia el cultivo de azúcar.

La producción azucarera impulsó la importación de esclavos y llevó a los portugueses a establecer feitorias en la costa africana, iniciando una compleja relación triangular entre Europa, las posesiones atlánticas y África que perduró durante más de cuatro siglos. 

São Jorge da Mina, en la Costa del Oro, se destacó como una típica factoría donde se intercambiaban mercancías europeas por oro, esclavos, marfil y otros productos africanos.

Este período también presenció la primera ruptura significativa en las relaciones internas entre las sociedades africanas, adaptándose a la creciente demanda de la trata negrera occidental. 

Desde 1457, el rey portugués acuñó los primeros cruzados de oro, alimentando la avidez por el oro debido a la valorización del metal amarillo en relación con las mercancías.

Mientras tanto, los castellanos, ocupados en sus conflictos fronterizos con los musulmanes, extendieron su dominio en África en la penúltima década del siglo. 

La unión de las coronas de Castilla y Aragón con los "Reyes Católicos", Isabel y Fernando, en 1474, proporcionó recursos humanos y técnicos renovados para la expansión interna y externa de la península.

La reconquista en Andalucía abrió el camino hacia el norte de África, ofreciendo acceso a las rutas comerciales de oro y esclavos desde el corazón del continente africano. 

Fue en este contexto que Cristoforo Colombo logró persuadir a los Reyes Católicos en 1491 para apoyar su audaz empresa de llegar a las Indias navegando hacia Occidente. 

La búsqueda de oro y el acceso a los ricos centros de producción de especias orientales fueron los objetivos finales de la travesía colombina, que posteriormente culminaría en el descubrimiento de América en 1492.


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lunes, 15 de agosto de 2022

ECONOMÍA COLONIAL TEMPRANA EN MÉXICO

Una de las consecuencias de esta época de formación de la economía colonial fue la construcción de las primeras ciudades, centros y núcleos de la dominación española sobre las comunidades vencidas. 

La ciudad se convierte en uno de los primeros centros de consumo y atracción económica surgidos en el espacio colonial. 

Así es como alrededor de las ciudades surgieron los ranchos, las haciendas, las estancias y los obrajes textiles para alimentar y vestir a la población urbana. 

Utilizando una mezcla de técnicas indígenas con europeas y con mano de obra indígena y esclava, los obrajes fueron en sus inicios verdaderas cárceles. En algunos se encadenaba a los trabajadores. 

Indios endeudados y traspasados al obraje por el titular de la deuda, mestizos o indios reos de diversos delitos y cuyo castigo era el trabajo en el obraje, ademas de esclavos negros. 

Por otra parte, hay diversos tipos de ciudades. Unas son preponderantemente políticas y administrativas, otras son mercantiles, otras se hallan ligadas a un puerto. 

Finalmente, hay ciudades que están estrechamente relacionadas con las minas, convirtiéndose en un centro de producción artesanal y en un espacio privilegiado para las transacciones mercantiles y financieras ligadas a la explotación minera. 

Formaron una red de mercados que impulsaron a las diversas regiones a estructurarse productivamente en función de la provisión de esos mercados. 

Se trata de lo que ha sido denominado «efecto de arrastre» de los polos mineros y urbanos. Pero la diferencia más marcada de la minería mexicana temprana con relación a la del área andina, es la excentricidad de los asientos mineros en relación a la meseta central. 

Los asientos mineros que se fueron descubriendo se hallaban en el norte, a cientos de kilómetros del valle central. Ello dio lugar a la constitución de una frontera minero-agraria. 

Esto tendría efectos duraderos en las formas laborales imperantes en la minería novohispana y en la conformación de los espacios productivos que la circundaron. 

¿Cómo nacen las nuevas formas laborales? 

Ya hemos visto que, una vez acabado el primer momento de estricto pillaje, fue indispensable comenzar a ordenar el acceso al trabajo indígena. 

Para ver más de cerca este proceso, lo observaremos a través del ejemplo del valle de Atlixco, en el área poblana de la meseta. 

Los gañanes antes de que los españoles llegaran al valle, ya estaban dadas algunas de las condiciones para el desarrollo de relaciones productivas semi-serviles. 

Ya que los «macehuales terrazgueros» prehispánicos del área poblana, en poco se distinguía de los auténticos terrazgueros que los castellanos conocían en su propia tierra como campesinos dependientes de los señores. 

No tenían derechos jurídicos sobre la tierra más allá del usufructo y estaban obligados a realizar prestaciones personales y al pago de tributos en especie a sus «señores naturales», en retribución por el usufructo de las parcelas que ocupaban. 

Este sistema sobrevivió a la invasión europea. La primera mención cronológica que tenemos a la existencia de indios «asalariados» (conocidos como «gañanes») de los españoles en el valle data de 1550. 

Los gañanes que los españoles comienzan a tener muy rápidamente en el valle (y que tuvieron el derecho a una pequeña parcela) se fueron asimilando poco a poco así a los antiguos terrazgueros prehispánicos e incluso, cuando se vendía una parcela perteneciente a un señor étnico que tenía macehuales dependientes, «daban obediencia al nuevo propietario, aunque fuese español». 

Pero había otro sistema laboral en beneficio de las nacientes empresas de los europeos, que se acentuó con la progresiva desaparición del servicio personal de la encomienda. 

Nos referimos al llamado «repartimiento de trabajo». Y aquí también encontramos antecedentes prehispánicos. 

Este sistema consistió en la asignación por turnos de parte del naciente poder colonial de la fuerza de trabajo de los pueblos indios a los empresarios hispanos no encomenderos. 

La primera mención es de 1531. Se obligaban a entregar un número de indios para las labores de los españoles a cambio de liberarse de la obligación de tributar una cantidad de fanegas de maíz y trigo. 

¿Cuáles eran las tareas de los indios «de repartimiento»? 

Las tareas excepcionales del ciclo del trigo que exigen gran concurso de fuerza de trabajo, así como todas las que no realizaban los gañanes, además, eran ellos los encargados de construir las obras hidráulicas. 

También las empresas mineras del centro de México tuvieron acceso al trabajo indígena a través del repartimiento. 

En el trabajo en la minería nos encontramos aquí con dos realidades diferentes. La de las minas del centro, donde la presencia del trabajo forzado a través del repartimiento era importante y la de las minas norteñas, donde éste casi no existía. 

Según data una fuente de 1580, sobre un total calculado de 4.500 trabajadores, tenemos un 58 por 100 de indios libres, un 24 por 100 de esclavos negros y un 18 por 100 de trabajadores forzados. 

Pero en las minas del norte la situación era radicalmente diversa. La causa se basaba en la situación excéntrica de esta minas respecto a la gran masa de población indígena de México. 

En las proximidades no había indios a quienes obligar al repartimiento y fue necesario acudir a otros mecanismos. 

Hay aquí varios aspectos que debemos analizar. En primer lugar, la diversa política de la Corona con respecto al papel que debían jugar los líderes étnicos en cuanto al control de la sociedad indígena como sociedad subordinada. 

En segundo lugar, la relación entre ese papel y los cambios en la forma y composición del tributo. Esta etapa se caracteriza por la progresiva implantación de un tributo con un criterio rígido (cuota fija). 

Un documento nos da una idea del enorme cambio que significó esta alteración en la carga tributaria: el monto del tributo pasa de 21.000 fanegas de maíz y unos 2.000 pesos, a aproximadamente 12.000 fanegas y 70.000 pesos. 

Es decir, hay un crecimiento de la carga tributaria, sumado a una acentuación indudable de la monetización de la renta (la monetización impulsaba a los indígenas hacia el mercado a los efectos de vender sus productos o su fuerza de trabajo para oblar el tributo). 

Finalmente, los problemas demográficos indígenas, frente a la creciente necesidad de medios de consumo y de producción de la naciente sociedad española de la colonia. 

Durante la primera mitad del siglo XVI, la Corona española procuró conservar el señorío indígena y lo realizó mediante una «alianza» con la nobleza india, hecho que le permitió combatir el proyecto señorial de los encomenderos. 

Por un lado favorecieron a los señores étnicos y combatieron el poder de los encomenderos y su pretensión de consolidarse como grupo auténticamente feudal. 

En cambio, a partir de la segunda mitad de la década de 1550, la Corona comienza a promover la constitución de los cabildos indígenas en función del proyecto de establecer las «repúblicas de indios», contribuyendo a debilitar el poderío de los linajes dominantes autóctonos. 

Esta concepción de la «república de indios» se relaciona además con la política de las «congregaciones» del período 1550-1564. A través de ellos se buscan tres objetivos fundamentales: 

1) Re-ordenar el uso de la tierra en un momento en que a población indígena se hallaba particularmente diezmada y coincidentemente, dado el proceso creciente de descubrimiento y explotación de nuevas minas, la sociedad española de la colonia había aumentado de forma evidente sus exigencias de bastimentos. 

Este reordenamiento se orienta a su vez hacia dos objetivos: liberar tierras para las empresas productivas de los españoles y dotar a las futuras «repúblicas de indios» de sus fundos legales adaptados a las exigencias jurídicas del derecho castellano y destinados a la producción del tributo y al sostenimiento de los gastos de la «comunidad». 

Ahora bien, esto sólo podía hacerse si se afectaban de algún modo los intereses de los «señores naturales» de los indígenas. 

2) Dar un fuerte impulso al proceso de aculturación indígena; es decir la «occidentalización» de los indígenas. Aquí nace el pueblo indígena tal como lo conocemos hoy en día. 

3) Hacer accesible la mano de obra indígena. Ya hemos visto que, desde 1550 en adelante, se establece de forma reglamentada el sistema de repartimientos de trabajo, tanto en el valle de México como en el valle poblano. 

Este sistema sólo podía funcionar con éxito si la fuerza de trabajo era accesible y los indios no estaban dispersos. 

Esta dispersión aparentemente irracional, no era más que —justamente— la forma indígena de salvaguardar su acceso a un sistema múltiple de recursos. Veamos cómo se desarrolló esta nueva concepción de la república de indios. 

Las encomiendas afectó fuertemente a esa institución, dado que, muchas veces, el reparto de los indios no se efectuó respetando la extensión territorial y jurisdiccional de los señoríos. 

En el mismo período se produjo un proceso de control acentuado sobre la forma en que tributaban los indios y se comenzó a regular mucho más de cerca al tipo de nexo que se había dado antes entre el papel de los señores como líderes étnicos y su función de perceptores del tributo. 

Evitando que éstos aprovecharan esa circunstancia para apropiarse de parte del producto del tributo. 

En 1562 el contador Valderrama, impulsó en toda Nueva España la tasa del tributo de un peso y fanega y media de maíz por tributario. 

Estos cambios implicaron un sensible aumento de la presión tributaria. Ante el incremento de esa presión, los macehuales insistían en dos puntos: 

1) Para cumplir la nueva tasa era menester restringir los servicios que los macehuales debían a sus «señores naturales»; y 

2) Era indispensable que se repartieran las tierras excedentes de los señoríos a los campesinos dependientes de los nobles y a todos los que no tuvieran tierras. 

En 1564, el oidor Vasco de Puga estableció que había que recontar a los tributarios, incorporar a los padrones a los principales y a sus macehuales —hasta entonces exentos— y disminuir el peso de tributos y servicios que los macehuales debían a sus señores naturales. 

De este modo estaban dadas las condiciones para que el poder sobre los pueblos pasara de los señores al cabildo indígena: la pérdida que sufrieron los señores de sus dependientes y, por otra, la política de congregaciones que implicó una redistribución de la tierra indígena fueron los principales factores que incidieron en la desarticulación del poder económico y social de los líderes étnicos. 

De esa forma se explica la importancia del movimiento de traspaso de tierras señoriales indígenas a manos españolas a finales del siglo XVI: se trataba de tierras patrimoniales que los señores ya no podrían cultivar al haberse quedado casi sin dependientes. 

Finalmente, este proceso apunta a la lenta formación de un peculiar mercado de fuerza de trabajo «libre» y afirma el proceso de consolidación de la gañanía.

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La sagrada familia

Tenemos que romper ciertos procesos que se repiten en la historia, no solo como sociedad sino como individuos. Uno de ellos es la familia, ...