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miércoles, 10 de septiembre de 2025

Segunda Batalla de El Alamein



La Segunda Batalla de El Alamein, librada entre el 23 de octubre y el 11 de noviembre de 1942 en el desierto norteafricano de Egipto, representa el punto de inflexión decisivo en la campaña del Norte de África durante la Segunda Guerra Mundial y, en palabras del primer ministro británico Winston Churchill, "no es el fin, ni siquiera el principio del fin, pero es, quizás, el fin del principio". 


Esta monumental confrontación, que enfrentó a las fuerzas del Eje al mando del legendario "Zorro del Desierto", el mariscal alemán Erwin Rommel (comandante del Panzerarmee Afrika, compuesto por el Deutsches Afrikakorps y unidades italianas), contra el revitalizado Octavo Ejército británico, ahora bajo el liderazgo enérgico y metódico del teniente general Bernard Law Montgomery 


Fue una batalla de desgaste clásica donde la superioridad material, la logística y una estrategia meticulosa se impusieron finalmente al genio táctico y la audacia, rompiendo el estancamiento en el frente y dando inicio a la ofensiva aliada que expulsaría a las potencias del Eje de África para siempre.


El contexto estratégico previo a la batalla era de máxima tensión para los Aliados. Rommel había llevado a su ejército hasta la última posición defendible antes de los vitales campos petrolíferos de Oriente Medio y el canal de Suez: Una estrecha franja de 60 kilómetros de ancho en El Alamein, flanqueada al norte por el Mediterráneo y al sur por la infranqueable depresión de Qattara. 


Tras detener el avance del Eje en la Primera Batalla de El Alamein en julio, el Octavo Ejército se encontraba reforzado masivamente con nuevos equipos y hombres, pero moralmente afectado por una serie de derrotas anteriores. 


Montgomery, nombrado comandante en agosto, se dedicó incansablemente a restaurar la confianza de sus tropas, imponer una estricta disciplina y planificar una batalla metódica que no dependiera de la improvisación. 


Su plan, la Operación Lightfoot, era simple en su concepción pero complejo en su ejecución: lanzar un ataque frontal masivo en el norte para crear dos corredores a través de los enormes y densos campos de minas (los "jardines del diablo") que protegían las posiciones del Eje, permitiendo a sus divisiones acorazadas abrirse paso para luego embestir y destruir a las fuerzas blindadas de Rommel.


La batalla comenzó a las 21:40 horas del 23 de octubre de 1942 con un devastador bombardeo de artillería de más de 800 cañones, el más intenso desde la Primera Guerra Mundial, que iluminó el cielo del desierto y sembró el caos en las líneas del Eje. 


La infantería británica y de la Commonwealth (incluyendo australianos, neozelandeses, sudafricanos e indios) avanzó entonces bajo la luz de las bengalas, enfrentándose a una resistencia feroz. 


El avance inicial a través de los campos de minas fue más lento y costoso de lo previsto, y los carros de combate se encontraron atascados en un laberinto de alambradas y explosivos, bajo el fuego preciso de los anticarros alemanes 88 mm. 


La batalla se convirtió en un brutal enfrentamiento de desgaste, un "pulso de acero" en el que Montgomery se negó a ceder, obligando a Rommel (que había regresado apresuradamente de un permiso por enfermedad en Alemania) a comprometer sus preciadas divisiones panzer en una lucha de poder que no podía ganar.


El punto de inflexión llegó con la Operación Supercharge, lanzada en la noche del 1 al 2 de noviembre. Era un nuevo y poderoso esfuerzo concentrado más al sur, diseñado para perforar definitivamente las defensas y aniquilar la armadura enemiga. 


La 2ª División Neozelandesa lideró el asalto, seguida por las divisiones blindadas británicas. En lo que se conoció como la "Matanza de Tel el Aqqaqir", las fuerzas acorazadas británicas, aunque sufrieron pérdidas terribles frente a los tanques Panzer y los temidos 88 mm, finalmente comenzaron a abrumar a los defensores. 


Rommel, un realista, comprendió inmediatamente la situación desesperada. Sus fuerzas estaban al borde del agotamiento, con apenas una treintena de tanques operativos, escasez crítica de combustible, municiones y agua, y frente a un enemigo que podía reponer sus pérdidas. 


El 2 de noviembre, recibió un fatídico mensaje de Hitler ordenándole mantenerse firme y "no retroceder ni un paso", una orden que calificó de "locura". Tras un día de obediencia forzada que casi resultó en la aniquilación total de su ejército, Rommel desobedeció y ordenó la retirada general el 4 de noviembre, salvando lo que quedaba de sus fuerzas de la destrucción completa.


La batalla concluyó oficialmente el 11 de noviembre, con la persecución aliada en toda regla. Las pérdidas del Eje fueron catastróficas: unos 30,000 prisioneros (la mitad alemanes, la mitad italianos), más de 500 tanques destruidos o capturados y casi 1,000 piezas de artillería. 


El Octavo Ejército perdió sobre 13,500 hombres y 500 tanques, pero podía permitirse esas bajas; el Panzerarmee Afrika, no. Las consecuencias estratégicas fueron inmediatas y profundas. 


La victoria británica en El Alamein, coincidiendo con los desembarcos aliados en el norte de África francesa (Operación Antorcha) una semana después, puso al Eje entre dos frentes y aseguró el canal de Suez y Oriente Medio. 


Más importante aún, fue una victoria psicológica monumental: fue la primera gran victoria terrestre aliada contra las potencias del Eje y demostró que la Wehrmacht podía ser derrotada de manera decisiva. 


Para Churchill, fue un triunfo necesario que elevó la moral británica y aliada en todo el mundo. La batalla consagró a Montgomery como un héroe nacional y marcó el inicio de la ofensiva final que, tras una larga persecución a través de Libia y Túnez, culminaría con la rendición de todas las fuerzas del Eje en África en mayo de 1943. 


El Alamein fue, en esencia, el "fin del principio" que anunció el inexorable avance aliado hacia la victoria final.




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