La Batalla del Mar de Java, librada entre el 27 y el 28 de febrero de 1942, fue un episodio naval trágico y decisivo que marcó el colapso final de la defensa aliada en las Indias Orientales Neerlandesas (la actual Indonesia) y consagró la hegemonía naval japonesa en el Pacífico sudoccidental durante los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial.
Este enfrentamiento representó el último y desesperado intento de una fuerza combinada aliada, compuesta por buques de guerra estadounidenses, británicos, neerlandeses y australianos, una amalgama de naciones unidas por la circunstancia pero plagada de problemas de interoperabilidad, por interceptar y destruir un poderoso convoy de invasión japonés que se dirigía hacia Java, el corazón económico y político del imperio colonial neerlandés.
La batalla, una serie de encuentros confusos y brutales librados principalmente en la oscuridad, no solo fue una derrota táctica aplastante, sino el funeral de toda una flota y el fin de la presencia naval aliada organizada en el Sudeste Asiático.
El contexto estratégico era sombrío para los Aliados. Tras los devastadores ataques a Pearl Harbor y la rápida conquista japonesa de Malaya, Filipinas y Borneo, Java se encontraba aislada y cercada.
La flota aliada, designada como Fuerza Combinada ABDA (American-British-Dutch-Australian Command) bajo el mando del almirante holandés Karel Doorman, era una colección heterogénea de buques de distintas nacionalidades, con problemas de comunicación (se utilizaban señales de bandera y luces por la falta de radios compatibles), tácticas no estandarizadas, tripulaciones exhaustas y sin cohesión operativa.
La fuerza incluía los cruceros pesados USS Houston (con su torreta de popa nº 3 inoperativa por un bombardeo días antes) y HMS Exeter, los cruceros ligeros HNLMS De Ruyter (buque insignia de Doorman), HNLMS Java y HMAS Perth, acompañados por varios destructores.
Frente a ellos, la armada japonesa desplegaba una fuerza de escolta muy superior: dos cruceros pesados (Nachi y Haguro), dos cruceros ligeros y catorce destructores, al mando del almirante Takeo Takagi, todos ellos bien entrenados, con perfecta coordinación y con una ventaja abrumadora: el torpedo Type 93 "Long Lance", el mejor de su época en cuanto a alcance, velocidad y poder destructivo, y una experiencia superlativa en el combate nocturno.
La batalla comenzó la tarde del 27 de febrero cuando la fuerza de Doorman, habiendo zarpado de Surabaya, localizó al convoy de invasión japonés. Lo que siguió fue una prolongada y caótica melée naval que se extendió por más de siete horas.
El enfrentamiento se caracterizó por una serie de fases descoordinadas. En el primer contacto, los artilleros aliados, aunque lograron algunos impactos, fracasaron en infligir daños críticos a los buques japoneses, que mantuvieron una distancia prudencial.
Por el contrario, los japoneses aprovecharon su ventaja tecnológica táctica: un impacto de un proyectil de 8 pulgadas en la sala de calderas del HMS Exeter redujo drásticamente su velocidad y lo dejó dando círculos, desbaratando por completo la formación y el plan de batalla aliado, que se fracturó en la confusión.
Mientras los destructores aliados lanzaban un ataque de torpedos ineficaz y luego se veían forzados a retirarse para proteger al Exeter averiado, los destructores japoneses ejecutaron una serie de ataques coordinados con los "Long Lance".
Al caer la noche, la batalla se convirtió en una pesadilla para los Aliados. El almirante Doorman, con una determinación férrea pero cada vez con menos opciones, intentó reorganizar sus fuerzas restantes y virar hacia el norte para intentar localizar de nuevo el convoy, pero los japoneses, con sus equipos de radar superiores y sus binoculares para visión nocturna, controlaban completamente el entorno.
En una serie de encuentros finales ya entrada la madrugada del 28 de febrero, la fuerza japonesa localizó y cerró la trampa sobre los buques de Doorman. En un duelo brutal a corta distancia, los cruceros ligeros neerlandeses HNLMS De Ruyter (el buque insignia) y HNLMS Java fueron alcanzados por torpedos "Long Lance" y se hundieron rápidamente, llevándose consigo al almirante Doorman y a la mayor parte de sus tripulaciones.
Los cruceros supervivientes, el USS Houston y el HMAS Perth, lograron escapar momentáneamente de la carnicería, solo para ser interceptados y hundidos al día siguiente en la Batalla del Estrecho de la Sonda cuando intentaban huir hacia el sur.
Las consecuencias de la batalla fueron absolutas y catastróficas. La Flota Combinada ABDA dejó de existir como una fuerza de combate efectiva. La pérdida de cinco cruceros y varios destructores, junto con la muerte de marineros y comandantes experimentados, dejó a Java completamente indefensa desde el mar.
La isla fue invadida y conquistada por los japoneses en cuestión de días, cayendo oficialmente el 9 de marzo de 1942. La derrota aseguró el control japonés sobre las ricas reservas de petróleo, caucho y estaño de las Indias Orientales, recursos que eran vitales para su esfuerzo bélico.
Estratégicamente, la batalla demostró la aplastante superioridad de la Armada Imperial Japonesa en esta fase de la guerra, particularmente en tácticas de combate nocturno y el uso devastadoramente efectivo del torpedo.
Para los Aliados, el Mar de Java se convirtió en un símbolo de la desunión, la desventaja tecnológica y la abrumadora desgracia que caracterizó los primeros meses de la guerra en el Pacífico, un sacrificio heroico pero inútil que retrasó, pero no impidió, la inevitable caída de la última gran posesión aliada en la región.

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