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miércoles, 20 de agosto de 2025

Las conversaciones de Ginebra de 1993 y el intento fallido de paz en Bosnia-Herzegovina



El 2 de enero de 1993, en un esfuerzo por detener la guerra que desgarraba Bosnia-Herzegovina desde 1992, representantes de las tres partes en conflicto —bosnios musulmanes (bosniakos), serbobosnios y croatabosnios— se reunieron en Ginebra (Suiza) bajo la mediación de la ONU y la Comunidad Europea. 


Estas negociaciones, impulsadas por el Plan Vance-Owen (propuesto por el enviado de la ONU Cyrus Vance y el de la UE David Owen), buscaban dividir Bosnia en diez provincias autónomas étnicamente definidas, pero terminaron exacerbando las tensiones en lugar de resolverlas.  


Contexto: Una guerra étnica y el fracaso diplomático

  

La guerra de Bosnia (1992-1995) estalló tras la disolución de Yugoslavia, con serbobosnios —apoyados por Belgrado— buscando anexar territorios, croatas defendiendo sus enclaves y bosniakos luchando por un estado multiétnico. El Plan Vance-Owen pretendía evitar la partición total, pero:

 

- Los serbobosnios, liderados por Radovan Karadžić, rechazaron el plan porque los obligaba a devolver territorios conquistados.  


- Los croatabosnios lo vieron como una amenaza a sus aspiraciones nacionales.  


- Los bosniakos, presionados por la limpieza étnica, lo aceptaron como mal menor.  


Consecuencias: La guerra se intensifica

  

El fracaso de las conversaciones de Ginebra permitió que la guerra continuara por dos años más, con episodios atroces como el asedio de Sarajevo y la masacre de Srebrenica (1995). 


Solo la intervención militar de la OTAN en 1995 forzó a las partes a firmar los Acuerdos de Dayton, que pusieron fin al conflicto pero consolidaron la división étnica del país.  


Legado: Lecciones para la diplomacia internacional  


Las conversaciones de 1993 demostraron que:  


- Los procesos de paz no pueden imponerse sin presión militar real sobre los agresores.  


- La comunidad internacional tardó en actuar frente a crímenes de guerra.  


- Bosnia sigue hoy dividida en dos entidades (Federación Croata-Musulmana y República Srpska), un recordatorio de cómo la guerra moldea países frágiles.  


En conclusión, la reunión de Ginebra fue un eslabón más en una cadena de fracasos diplomáticos. Su legado es amargo: mostró que, sin voluntad política firme, las mesas de negociación pueden volverse farsas mientras la guerra sigue cobrando vidas.




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