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jueves, 14 de abril de 2022

Resumen de los Antecedentes del golpe de 1966 contra Illia (Argentina)

El golpe de junio de 1966 venía siendo planeado desde un año antes, por lo que cuando la marina, el ejército y aeronáutica decidieron actuar, solo hizo falta un pequeño grupo que obligara a Illia a dejar la casa rosada. 

El golpe contaba con la aceptación de gran parte de la población y las organizaciones de la sociedad, y los dirigentes sindicales. Además de la aprobación de una parte del peronismo. 

Se realiza contra un gobierno considerado ineficaz e irrepresentativo, cómplice pasivo del desorden imperante. Se expone en el trabajo los factores precedentes que continuaron teniendo incidencia una vez implantado el "Revolucion Argentina".

Durante 1964 y 65, hubo un fuerte crecimiento del producto con signos de crisis, que había entrado en un camino recesivo para el 1° semestre del ´66. pero para entender las condiciones de emergencia del BA del 66 se debe ver sobre el conjunto del periodo iniciado en el ´55 y dentro de él, con una continuada crisis política signada por una alta activación del sector popular.


Desde 1955, el régimen político no había logrado digerir la fuerza electoral del peronismo. La posibilidad de que este movimiento ganara elecciones, aunque no fueran presidenciales, conducía a un golpe. la proscripción electoral con el arrastre del sector popular, corroía la legitimación de las instituciones estatales y su dominación. 


Pero la incapacidad de digerir el peronismo derivaba de algo más profundo. Después del 55 el peso del Poder se inclinó hacia los sindicatos, quienes lograron un margen de autonomía para con el aparato estatal. 


Estos pasaron a ser actores importantes en la arena política, e impulsaron demandas económicas de su clase. Al convertirse en la columna vertebral del Poder, compusieron una compleja relación con Perón signada por la dificultad de prescindir de lo que uno y otros aportaban a la vitalidad y peso popular del partido. 


Debido a esta inclinación partidaria del sindicalismo, fue que se los encerró en una ideología que proponía una versión “más justa” y socialmente equilibrada de desarrollo capitalista.


Mirando por otro lado vemos que la situación contenía elementos que preocupaban a la burguesía y sus aliados.:

-La concentración de los sindicatos en el logro de demandas económicas y ventajas organizacionales fue eficiente. Los intentos por normalizar la economía en el periodo (1955-1963), chocaron con la capacidad defensiva del sector popular, en alianza con fracciones burguesas y regiones castigadas. Si bien sus demandas eran económicas, sus capacidades para articularlas aparecían como fundamental obstáculo para la estabilidad económica y el desarrollo. No es sorprendente que la burguesía y sus organizaciones exigieran que el gobierno doblegara a los sindicatos, anulando su autonomía y despolitizándolos.

-Esas exigencias eran planteadas a gobiernos débiles. Las ofensivas contra los sindicatos y los intentos de normalización económica fueron costeadas con huelgas y movilización. Esto hacia parecer a los Gobiernos de facto desbordados por el desorden y la subversión. La presencia popular, activa y significativamente autónoma del aparato estatal y las clases dominantes, aparecía como una traba para consolidar una dominación política y como un campo minado que podía explotar en cualquier dirección.

-Los gobiernos del periodo 55/66 no podían dejar de antagonizar al sector popular. Pero cuando se acercaban elecciones donde no se podía ignorar el poder popular, era el momento cuando debían hacer concesiones para amortiguar el desorden, lograban ponerse en contra a una burguesía que clamaba por un gobierno fuerte y no dependiente de mecanismos electorales que planteaban el enigma del peronismo.

-El gobierno hostilizó a los sindicatos. intentaron supervisar los mecanismos de elección interna y controlar el uso de los fondos sindícales. El crecimiento económico implicaba costos pesados y no se debía admitir el acceso al gobierno del peronismo por vía electoral. Ante esto resucitaban ilusiones de unión del pueblo y las FF.AA. que lanzarían un estilo de desarrollo constante con el postulado por el peronismo y abrirían un espacio a los sindicatos y el empresariado nacional. En consecuencia, los dirigentes sindicales no solo se colocaron en oposición al Gobierno Radical sino también participaron con diversos altos jefes de las FF. AA para promover el golpe.

-En parte por lo señalado, y en parte por la debilidad del gobierno radical, los sindicatos aumentaron las huelgas, las manifestaciones callejeras de protesta, y se generó un “Plan de Lucha” lanzado en 1964 con una gran ola de ocupaciones de fábricas. se buscaba crear un clima de desorden que promovería la intervención militar. Pero por otro lado esto mostraba varias cosas que fueron acusadas de amenaza, por parte de la burguesía y la prensa:
  1. La capacidad de acción de la clase obrera, que se apoderó del parque industrial argentino.

  2. La lección que podía sacarse de esto como “gimnasia revolucionaria”, que podía movilizarse luego, hacia metas diferentes de las declaradas por la CGT.

  3. La espontaneidad con que algunas bases habían tendido a rebalsar las consignas de los dirigentes –rehenes, gestión obrera de las fabricas ocupadas-.

Aparecía una clase que podía movilizarse coordinadamente en direcciones objetivamente antagónicas con elementales intereses de clase de la burguesía y que insinuaba fisuras en la dominación social.


¡Por otra parte, las organizaciones de la burguesía y la prensa repitieron que, si bien no podían imputarse al gobierno intenciones subversivas, su “pasividad!, “falta de autoridad” e “ineficiencia” lo hacía cómplice de algo más que desorden. 


Ese gobierno aparecía condenado a fomentar la subversión, incluso a pesar de las intenciones de los liderazgos sindicales y peronistas.

En contraste con otros BA, ni los liderazgos del sector popular proponían metas anticapitalistas, ni la activación de aquel era impulsada desde el aparato estatal, ni se había llegado a una impugnación de la dominación celular en la sociedad. 


Además de que la crisis y amenaza de la situación era nimio comparado con el del 69. El problema con este BA, es que la cuestión se colocaba al nivel de clase, pero con dos particularidades:

  1. Los enfrentamientos se daban en términos económicos, sin cuestionar la dominación, planteando una crisis de acumulación.

  2. Tampoco se formulaban esos cuestionamientos desde los sindicatos nacionales ni l peronismo, y tampoco había partidos con un mínimo caudal electoral que lo hicieran.

En estas condiciones el corte de clase aparecía con una burguesía que no se sentía amenazada en su supervivencia como clase, pero si resentía los obstáculos interpuestos a su acumulación y temía que la situación se fuera deslizando hacia una crisis de dominación social. Esa burguesía sentía encontrarse ante un aparato estatal incapaz de resolver los crecientes problemas que todo ello implicaba.


El apoyo al golpe, fue el apoyo a la destrucción de un régimen que les negaba acceso al gobierno y la esperanza de forjar alianzas alrededor de un nuevo estado que diera lugar a sus intereses económicos y corporativos. 


Para gran parte de la burguesía, la promoción de ese golpe apuntaba a resolver el problema de encontrar un estado que organizara su dominación de clase con firmeza, aparte de también querer destruir un régimen que no había logrado digerir el peronismo y a través del cual se filtraron gobernantes débiles que parecían promover el resquebrajamiento de la dominación social.


Modalidades de intervención y corrientes internas en las fuerzas armadas.


Hacia 1962 se produjo una reacción “profecionalista” apuntada a lograr cohesión interna, aumentar la capacidad operativa de las FF.AA. y capacitarlas para comprender los problemas sociales desde la óptica de las doctrinas de seguridad nacional. 


Se proponía unas FF.AA. por encima de la política, dispuestas a intervenir cuando la seguridad nacional se viera amenazada. Bajo el mando de Onganía, las FF.AA. lograron sus metas organizacionales proclamadas tras los enfrentamientos de los años 62 y 63. 


Aunque se planteó un ejército por encima de la política, no quedaron fuera de ella. La continuación de la crisis política bajo el Gobierno Radical y la falta de apoyo social mantuvo la posibilidad de un golpe, el cual sería resuelto por sus líneas formales de comando, invocando una transformación estructural vinculada a la doctrina. 


El fantasma de la fragmentación seguía vivo. Esto convirtió en una preocupación dominante el no volver a incurrir en situaciones que disolvieran las líneas jerárquicas de comando y pudieran llevar a nuevos enfrentamientos internos.


Las consecuencias de la historia reciente de las FF.AA.

Principales trazos de sus corrientes internas en 1966:

Paternalista: Con Onganía como representante de las corrientes tradicionalistas de la Iglesia, con un origen de pequeña clase media provinciana, admiradores de Francisco Franco, corresponde cercanamente a la mentalidad autoritaria delineada por Juan Linz. 

Su visión corporativista está surcada por imágenes organicistas, pero queda lejos de una ideología fascista, gracias a un conservadurismo impregnado de paternalismo. Hostil a toda movilización política e ilusionado en recuperar la integración social de un mítico pasado patriarcal. 

La sociedad que querían construir era tan ajena a la política de masas. Partidarios del orden, la autoridad y la despolitización, tienen una veta moderna en su fascinación con los “técnicos”, que parecen portadores de una racionalidad que les permite negar la politicidad y conflictualidad intrínsecas a cualquier cuestión social. 
Son portadores de una ilusión de integración social que esperan lograr con un corporativismo englobante no solo del sector popular, sino también de una burguesía cuya orientación internacionalista y secularizada les es extraña.

Nacionalista: También autoritaria y corporativista, pero con la orientación desmovilizante y “apolítica”, tiene la ilusión de generar y manipular movimientos de masas que apoyen sus consignas. 

Alienta la ilusión de una unión entre el pueblo y las fuerzas armadas, donde el primero aparece como una masa atomizada, sin líderes y movilizable atrás de una ideología que afirma lo nacional en la negación conjunta del comunismo y los patrones de crecimiento capitalista (liberales, individualistas, la nación obediente a las jerarquías apunta a un aparato estatal fuerte, activo económicamente y preparado para reprimir). 

Quiere encontrar en el empresario nacional la base de sustento política y económica de un capitalismo nacionalista y estatista. Pero en la realidad se encuentra con que el pueblo no lo siguen tampoco lo sigue el empresariado nacional. No tiene una base estructural para generar un estado fascista.

Liberales autoritarios: Son pro-capitalistas sin reservas mentales y entienden mejor el funcionamiento de una economía capitalista. el gran mercado es parte de su medio de interlocutores civiles.

Estas corrientes coincidieron en terminar con la semi-democracia del 55-66, y en inaugurar un nuevo sistema de dominación política que se proponía el logro de metas amplias tales como recuperar la dignidad internacional y modernizar el país, asegurar la unión nacional, posibilitar el bienestar, etc. Todas coincidían con que el líder natural era Onganía, con una imagen de autoridad y sobriedad que parecía adecuada para el periodo.


3.Paternalistas y liberales


La revolución argentina inició con el anuncio de que duraría por tiempo indeterminado, hasta que el país fuera “modernizado” y “reencontrado con su destino”, y para que los males del periodo 55-66 (inflación, escaso crecimiento económico, Conflictos Sociales, subversión, etc.)fueran erradicados. 


La sociedad debía ser integrada y ensamblada con un estado que se transformaría en un eficiente conjunto de instituciones. Para ello era indispensable realizar una vasta tarea de ordenamiento que, junto con el crecimiento económico, permitiría distribuir bienes y oportunidades equitativamente. 


Luego la reaparición de la actividad política y de la democracia representativa. Se seguirían pautas orientadas al bien común, nutridas de la auténtica representatividad de las organizaciones básicas de la comunidad que articularían la participación y valores de solidaridad que prevalecerían. 


Habría tres tiempos: el económico, el social – apuntando a la justicia distributiva, y donde se daría impulso a transformaciones estructurales posibilitadas por el ordenamiento previo y otro donde el énfasis recaería sobre lo político, articulado por un nuevo estado y por las organizaciones auténticamente representativas de la comunidad. 


Estos tres tiempos corresponden a la ideología de Onganía y su corriente, donde se expresa un prejuicio fundamental: política como sinónimo de intereses parcializados, desorden, promesas demagógicas que alientan aspiraciones prematuras, campo de manipulaciones y oportunismos que hieren el sentido moralista de esta corriente. 


En contraste el orden a restaurar era integración social, unidad espiritual y supresión de toda causa autentica de conflicto. Estado y sociedad son una comunidad orgánica, en la que cada miembro, y los sectores en los que se integra, debe cumplir funciones que concurren al bien del todo, incluso de aquellos que merecen la preocupación de la elite para hacerles justicia. 


Nada podría oponerse a esto, salvo un egoísmo aferrado a intereses sectoriales. Las manifestaciones de desorden y falta de cohesión, así como elecciones, partidos Politicos, Huelgas y diversas formas de indisciplina y egoísmos sectoriales tienen que ser suprimidos para lograr la cohesión espiritual que surge de la búsqueda del bien común y la adaptación de cada uno del lugar que le toca. 


Esta ideología reclama un aparato estatal que imponga decisiones y se organice de modo que lo conviertan en instrumento apto para la magna tarea a realizar.


Así, esta corriente se propone, junto con el ordenamiento de la sociedad, la racionalización del aparato estatal para controlar a la comunidad, imponerle decisiones y obtener de ella información para la solución de problemas que esta no puede encarar porque sus organizaciones se han ido destruyendo en una desenfrenada lucha de intereses sectoriales. 


El tiempo económico es en realidad el periodo de emergencia de un estado autoritario que se expande sobre la sociedad, revirtiendo el avasallamiento a que había quedado sujeto su predecesor, el estado pretoriano.


Incluso, cuando se haya logrado la utopía de la “comunidad organizada”, sigue vigente el sesgo anti-político y autoritario de esta ideología. Entonces podrá, o no, haber partidos políticos, pero ellos ya no representarán intereses sectoriales, sino visiones integradoras del bien común, además de que serán parte de la participación en consejos y comisiones, integrados por las organizaciones básicas de la comunidad, especializadas y englobantes de todos los miembros de la sociedad. 


Más allá de la cohesión espiritual lograda, y de que cada clase haya aceptado su lugar y función, para esta ideología, el cemento que sigue uniendo a la comunidad organizada es un estado que la trasciende soberanamente.


Esta visión jerárquica, integradora y arquitectónica, corresponde a las fuerzas armadas y estratos superiores de la iglesia católica. Por otro lado, el estado tutelar de los paternalistas no es el estado empresario de los nacionalistas. 


Por aplicación del principio de subsidiariedad, debe reinar la iniciativa de la comunidad, aunque siempre controlada para impedir excesos. Esta concepción de un aparato estatal económicamente anti liberal y no empresarial, muestran el arcaísmo de los paternalistas, en una estructura productiva compleja y en una sociedad altamente modernizada y transnacionalizada, cuyas bases dominantes no se reconocen ni se ligan orgánicamente con sus portadores.


Esta ideología fue importante en varios sentidos, mas allá de la distancia que tuviera con la realidad:


-Era la ideología de Onganía, de su corriente militar y funcionarios civiles.

-Inspiro decisiones que contribuyeron para aislar a los paternalistas de sus aliados originarios, sin ganarles ninguno nuevo.

-A pesar de sus puntos de contacto, los conflictos con los liberales estuvieron en el origen de episodios que, junto con la oposición externa al BA, fueron decisivos para su colapso.

El autor continúa perfilando la ideología liberal, la cual es la ideología de los sectores más avanzados y dinámicos de la sociedad de la que emerge el BA, de sus partes más modernas y transnacionalizadas.


Este liberalismo no era anti-estatista ni proponía un retorno al laissez-faire. En una sociedad como la argentina del ’66, sujeta a una alta activación popular, marcada por conflictos donde la clase obrera y las capas sindicalizadas de los sectores medios actuaban con alta autonomía, frente al estado y la burguesía, sujeta a recurrentes crisis económicas, abandonada, por esto mismo, de nuevas inversiones de capital transnacional y abierta a promesas demagógicas, ese liberalismo promovió la implantación del BA. 


Además, no es hostil a la expansión del aparato estatal, siempre que sirva a la estructura productiva oligopólica de la que surgen sus principales portavoces.


Para los paternalistas y los liberales, el BA tenía que empezar por ordenar a la sociedad; había que despolitizar a sus clases y sectores más conflictivos; debía incluir el aumento de inversiones y aparecer proyectando su dominación por un largo periodo. 


Esta es la coincidencia inicial para aliarlos al golpe que implanta el BA. Ni los paternalistas ni los nacionalistas pueden ganar la lucha por el control del aparato económico del BA, sin contribuir a destrozarlo. 


Todo va exitoso, se entiende con el gran capital local y transnacional en términos que solo los liberales entienden y comparten; para sostenerse, necesita estrechos lazos con las clases dominantes de la sociedad nacional e internacional.


Esos lazos solo pueden ser proporcionados por los militares y los técnicos liberales que participan de la implantación del BA. 


Ellos son pseudopodios con que el gran capital abraza al sistema institucional del BA. Importa señalar que no hay BA sin el control de los liberales sobre la política económica.


Otras disidencias entre los paternalistas y los liberales/gran capital:

  1. Todos coincidían en domesticar a los sindicatos, sometiéndolos al control del gobierno, pero los primeros son corporativistas plenos que pretenden encapsular a toda la sociedad, no solo al sector popular. En cambio, para los liberales, se trata de debilitar al sector popular y fomentar la expansión de la gran burguesía.

  2. La visión de equilibrio de clases amenaza en el largo plazo la acumulación de capital que es principal misión del BA. Paternalistas y nacionalistas son proclives a sentimentalismo de defender un nivel razonable de salarios, de lanzarse prematuramente al bienestar social y proponerse distribuir, hacer justicia, antes del desarrollo. En cambio, los liberales expresan mejor la lógica brutal de una acumulación que requiere un aparato estatal fuerte y expansivo, para garantizar y promover. 

  3. Los paternalistas intentan, junto con los liberales, subordinar al sector popular, y como no tienen una política económica propia, deben abrir sus áreas económicas a los técnicos liberales. Pero no dejan de entorpecerlos, y de suscitar graves conflictos cuando las opciones parecen bifurcarse entre un prematuro distribucionismo y seguir obedeciendo a la lógica de la acumulación de esa gran burguesía. Por eso es claro para los liberales, desde el comienzo del BA, que uno de sus frentes de batalla es contra nacionalistas y paternalistas.

  4. Los paternalistas quieren, tanto como los liberales, orden en la sociedad y fortaleza en el aparato estatal, pero para acotar la victoria de clase que el BA implica y que la gran burguesía y los liberales no pueden sino querer consolidar. Esta victoria no es solo sobre el sector popular, sino también sobre buena parte de la burguesía local, a la que el BA tiende a dejar inerme frente al gran capital. La burguesía tiene entonces los brazos abiertos para devorarse a sí misma en beneficio de su vanguardia más dinámica y transnacionalizada.

A continuación, se desarrolla el estudio de los procesos originados en el golpe de junio de 1966.


4.Indecision y confusiones


Las palabras iniciales de la junta y de Onganía, fueron sobre el orden, reconciliación y manejo serio y eficiente de los asuntos públicos, despertaron favorable eco. 


Si los problemas que se venían a erradicar eran el desorden y la subversión, también era apropiado que se instituyera el sistema nacional de planeamiento y acción para la seguridad nacional, mediante el cual se creó el Consejo Nacional de Seguridad (CONASE), que se ocuparía del planeamiento de todo lo relacionado con la seguridad nacional, en estrecha ligazón con su gemelo, dedicado a una tarea tan íntimamente ligada con aquella como lo es el desarrollo el Consejo Nacional de Desarrollo, CONADE.


Con la burguesía entusiasmada, los dirigentes sindicales, manifestando su apoyo, diversos “ex” partidos políticos ofreciendo sus elencos al nuevo gobierno y los radicales sin capacidad de oposición, el desorden del periodo anterior parecía haber desaparecido por la magia de la imagen de autoridad que militares y nuevos gobernantes se empeñaban en imprimir a sus actos. 


Solo quedaba como reducto conflictivo la universidad politizada y plagada de izquierdistas. El primer gabinete estaba conformado por quienes se llamaban a sí mismos “Nacionalistas Moderados”, de orientación paternalista congruente con la del presidente, en tanto algún liberal que había participado en el golpe, como Alsogaray, volvía a su comando de división y algunos civiles recibían cargos importantes, pero alejados de decisiones diarias de gobierno.


En ese periodo inicial, el énfasis debía recaer en dos puntos: la implantación del orden en la sociedad y la reorganización del estado. A este había que hacerlo más eficiente: disminuir el personal, racionalizar la administración central y las empresas públicas, mejorar su capacidad de recaudación y realizar numerosas obras de infraestructura física. 


Lo que más rápidamente se pudo hacer es despedir empleados. El movimiento es un aparato estatal que parecía dirigido a encogerse en general y solo a expandirse para proveerle economías externas, contó con el beneplácito de la gran burguesía, pero chocó con los sindicatos de empleados estatales. 


Era evidente que las autoridades trataban que el control de la CGT pasara a sectores que les respondieran; para los paternalistas, no se trataba de atomizar los sindicatos, sino de unificarlos, subordinadamente, bajo su control. 


Otros episodios fortificaron el ánimo de la burguesía y comenzaron a mostrar que la clase obrera y diversos sectores medios eran, mas allá de las intenciones equilibrantes de los paternalistas, netos perdedores en el BA. 


Uno de ellos fue la sanción de la ley de arbitraje obligatorio, que prohibió todo conflicto laboral hasta que no fuera sometido a procedimiento arbitral por el gobierno. 


Esta ley parecía a los paternalistas el medio para poner coto a las huelgas que comenzaban a crecer luego de la idílica paz de los primeros días de la revolución y para eliminar comportamientos incompatibles con la comunidad organizada. 


La burguesía y sus voceros entendieron que esto implicaba despojar al sector popular del único medio institucionalizado de formulación de demandas que le quedaba, luego de la supresión del sistema electoral, y que esto implicaba, además, debilitarlo, no solo frente al aparato estatal, sino también en las relaciones directas entre una y otra clase.


Los intentos de manipular la CGT, las decisiones en los convenios metalúrgicos y textil, las sanciones a los sindicatos estatales y la ley de arbitraje obligatorio eran responsabilidad del ministro de trabajo y economía, Salimei. 1966 cerró con un nulo crecimiento del producto y una caída en la taza de inversión.

En ese mismo año, se designó a Guillermo Borda como ministro del interior y a Adalbert Krieger Vasena como ministro de economía.


Queridos lectores, si les gusto lo que escribí pueden contribuir, muchas gracias.


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