Páginas

domingo, 24 de abril de 2022

Resumen de LAS CULTURAS INSULARES (ARAHUACOS Y CARIBES)

Los arahuacos ocupaban en las Antillas Mayores una zona del bosque tropical montañoso, las selvas bajas, lluviosas y los matorrales del sur de La Española, la isla de Puerto Rico y amplias zonas de Cuba. 

Mostraban una uniformidad de lengua y de organización social. Habían igualmente logrado un gran perfeccionamiento de las prácticas agrícolas, la cerámica, el trabajo del oro y la construcción de embarcaciones. 

Su vida se desarrollaba en torno a poblados, algunos de ellos muy grandes, donde el cacicazgo y la jefatura étnica y religiosa habían creado estratificaciones sociales bien complejas. 

Estos grupos arahuacos habían abandonado sus practicas agricolas, poco después de haber llegado a las islas y se aplicaban al uso especializado de espacios productivos que estaban divididos en tres zonas diferentes: el conuco, los huertos, y los territorios de pesca, caza y recolección. 

El conuco o los conucos eran espacios específicos destinados al cultivo intensivo. Situados cerca de los pueblos, en ellos se producían los alimentos básicos de la comunidad, fundamentalmente los tubérculos. 

El cultivo en montículos y conucos, trajo como consecuencia una mayor productividad y un crecimiento demográfico que se notó especialmente en las Antillas Mayores, donde en algunas zonas la densidad de población llegó a ser bastante elevada. 

Además quedaba la caza y la pesca: eran diestros pescadores e inventaron nuevos artefactos, como redes y nasas; también usaban el «barbasco», un estupefaciente para peces que echaban al agua en los ríos, esteros y lagunas. 

Otra actividad era la producción artesanal: la cerámica llegó a ser uno de sus signos de identidad. Los tejidos eran de algodón, estirando la fibra sobre las piernas de las tejedoras hasta obtener un hilo delgado, con el que realizaban prendas finas y delicadas. 

Las canoas constituían otra de sus habilidades. Lo que más llamó la atención a los primeros europeos de los arahuacos fueron sus piezas de oro: eran hábiles orfebres. 

En cuanto a su organización política y social, a partir del año 1000 d.n.e (antes de nuestra era) comenzaron a aparecer aldeas más grandes tanto en La Española como en Cuba y Puerto Rico. 

Eso demuestra que el modelo tribal de jefaturas variables en relación con las habilidades y capacidad física de liderazgo del caudillo cambió a las jefaturas étnicas o cacicazgos, con poderes sobre grupos extensos, ámbitos territoriales precisamente marcados y claros síntomas de teocracia. 

Generando una cada vez más compleja jerarquización social de dirigentes, sacerdotes, guerreros, trabajadores y siervos. Cada pueblo tenía su propio cacique. 

En La Española existían unos treinta a la llegada de los españoles, de los cuales cinco eran los principales. 

En Cuba, los cacicazgos se encontraban igualmente consolidados. En todos ellos, la estructura social estaba fuertemente estratificada. La presidían caciques hereditarios, transmitidos normalmente por línea materna, de aquí el papel protagonista que tuvieron las mujeres de la élite. 

El cacique estaba apoyado por un amplio grupo de descendientes, y a través de la poligamia se relacionaba ampliamente con otras familias de la élite: era el jefe religioso y también un líder guerrero. 

Muchas de las actividades de caza y pesca las dirigían personalmente, así como las campañas contra los caribes invasores. 

Bajo su autoridad figuraba un grupo de nobles llamados «taínos», una especie de aristocracia guerrera. 

Finalmente, los sacerdotes, que recibían diversos nombres (moján, mohanes). Aparte las familias productoras, que constituían la mayor parte de la población, existían también unos siervos llamados «naborías» que realizaban trabajos para los caciques. 

La tierra era entendida y trabajada como un recurso comunal, con una clara división del trabajo. Todas estas tareas eran organizadas y definidas por las élites y enmarcadas en rituales calendáricos dirigidos por los sacerdotes. 

Los núcleos de población eran numerosos y dispersos. Algunos alcanzaron cifras superiores a las 2.000 personas, y la densidad demográfica en torno a las zonas agrícolas fue muy alta. 

La vida religiosa era compleja y estaba dirigida por los sacerdotes, a medio camino entre el curanderismo, la adivinación y la hechicería. 

Sus dioses, llamados «Cemís», eran seres sobrenaturales situados en otra esfera, con los cuales el cacique y los sacerdotes se comunicaban mediante la ingesta de alucinógenos. 

Como ya hemos indicado, una de las características comunes de los arahuacos era su lengua. La mayor parte de los vocablos en las Antillas mayores eran arahuacas, una especie de lengua general, y muchos de ellos pasaron al castellano: aparte los topónimos, quedan muchos. 

Sirvan como ejemplo bejuco, cayo, canoa, cacique, caoba, ceiba, cocuyo (luciérnaga), comején (termita), huracán, mangle, naguas, sabana. 

La de los caribes fue la última gran migración procedente de las costas orientales y centrales de Venezuela que llegó a las Antillas. 

Hasta allí habían ido desplazando a las poblaciones arahuacas y en 1492 estaban asaltando y asolando con intensidad las costas de Puerto Rico e incluso las de La Española. 

Su hábitat lo constituían las Antillas Menores, grandes áreas de la costa oriental de Venezuela y la isla de Trinidad. 

Eran más propensos a la guerra que los arahuacos, y aunque existían muchas semejanzas con ellos en lo referente a su cultura material, su belicosidad y agresividad los transformó en los terribles vecinos de la región. 

Llegaron en grandes razias a las islas y se fueron asentando en ellas con gran velocidad. A diferencia de los arahuacos, usaban el arco y las flechas, muchas de ellas con aplicación de venenos, lo que los hizo muy superiores en el combate, especialmente, frente a los «siboneyes», a quienes barrieron completamente de las islas más pequeñas donde aún permanecían algunos grupos. 

Sus piraguas eran también más grandes, lo cual les permitía llegar más lejos y más rápidamente; por eso, tanto en el mar como en la tierra, resultaban imbatibles para los arahuacos, que sólo podían defenderse oponiendo una gran masa de combatientes. 

Podían acabar expulsando a los invasores, pero a costa de muchas pérdidas en muertos y cautivos. Los caribes no se estructuraron en torno a cacicazgos hereditarios sino que mantuvieron una organización social y política de carácter más tribal, porque sus grupos no eran tan numerosos. 

La jefatura del caudillo se basaba en el valor demostrado durante el combate: los triunfos bélicos daban prestigio y, mediante el reparto del botín conseguido (alimentos y cautivos), conseguían controlar o adscribir un mayor número de guerreros a su grupo, con lo que las empresas a emprender podían ser más ambiciosas. 

Sus asentamientos eran pequeños y comprendían menos de cien personas; una aldea solía componerse por la familia extensa de un guerrero de importancia que residía con varias esposas, porque los jefes practicaban la poligamia y recibían a las mujeres capturadas en la guerra. 

Practicaban la agricultura en conucos pero en sus continuas expediciones tendían más a la caza, la pesca y a la recolección. 

Eran las mujeres las que se dedicaban a los cultivos y, dada la escasa experiencia de los caribes en esta materia, usaban para este cometido a las mujeres arahuacas cautivas; por eso rara vez las mataban en sus incursiones. 

Además, dado el escaso tamaño de sus grupos originarios, era un modo de evitar la endogamia. 

Los jóvenes guerreros se las quedaban o las entregaban a sus padres y abuelos para que les sirvieran. 

Los hijos de estas mujeres se convertían en miembros legítimos de la comunidad, que se ampliaba más rápidamente que por evolución natural del grupo primigenio. 

Del mismo modo, un asunto al que los europeos no dejaron de referirse fue el de sus rituales en torno a la antropofagia. 

A medio camino entre la realidad y la leyenda, sea como sea, lo cierto es que su supuesto canibalismo fue completamente sacado de contexto por los españoles, quienes se apoyaron en él para amplificar el concepto de «salvaje» aplicado a la belicosidad propia de los caribes y conseguir así la legalización de su esclavitud cuando no su completa destrucción.

Queridos lectores si les gusto lo que leyeron, puede contribuir un poco. Muchas gracias

https://www.paypal.com/paypalme/sergiolualdi?country.x=AR&locale.x=es_XC

https://cafecito.app/sergiomiguel



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nace Ínsula, Faro de la Literatura y el Pensamiento en España

El año 1946 marcó un hito en el panorama cultural español con la aparición de la revista literaria Ínsula, un proyecto editorial que se conv...