El 2 de enero de 1959, en un momento decisivo para Cuba, Fidel Castro y el Movimiento 26 de Julio consolidaron su victoria revolucionaria con el nombramiento de Manuel Urrutia Lleó como presidente provisional.
Este acto marcó el inicio de un nuevo gobierno tras la huida del dictador Fulgencio Batista, aunque también fue el primer paso hacia lo que pronto se convertiría en un régimen socialista bajo el liderazgo indiscutible de Castro.
Contexto: El fin de la lucha revolucionaria
Tras años de guerrilla en Sierra Maestra y una ofensiva final en 1958, las fuerzas de Castro tomaron el control del país. Batista huyó el 1° de enero de 1959, dejando un vacío de poder que el Movimiento 26 de Julio llenó rápidamente.
Urrutia, un exjuez conocido por oponerse a Batista, fue elegido como figura presidencial simbólica, mientras Castro, aunque sin cargo oficial inicialmente, ejercía el poder real como comandante del Ejército Rebelde.
El papel de Urrutia y las tensiones internas
Urrutia representaba una transición moderada, pero su gobierno provisional duró solo siete meses. En julio de 1959, fue forzado a renunciar por diferencias con Castro, especialmente por oponerse a las reformas radicales y al acercamiento con el comunismo. Su salida demostró que el rumbo de la Revolución sería definido exclusivamente por Fidel Castro y su círculo cercano.
Legado: El inicio de una nueva era
Este momento fue celebrado como una victoria popular contra la dictadura, pero pronto derivó en la instauración de un régimen de partido único alineado con la Unión Soviética. Urrutia, inicialmente aclamado, pasó al exilio, mientras Castro asumiría el poder definitivo en 1976.
En conclusión, el 2 de enero de 1959 no fue solo el fin de Batista, sino el comienzo de un proceso que transformaría a Cuba en un actor clave de la Guerra Fría. La breve presidencia de Urrutia simboliza la ilusión inicial de una revolución pluralista, antes de que se definiera su rumbo autoritario y socialista.
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