Pierre de Coubertin, nacido en París el 1 de enero de 1863, fue un pedagogo e historiador francés, reconocido mundialmente por ser el fundador de los Juegos Olímpicos modernos y del pentatlón moderno.
Proveniente de una familia aristocrática, se formó en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po), donde comenzó a interesarse profundamente por la educación y el papel del deporte en la formación del carácter.
Durante un viaje a Inglaterra, quedó impresionado por el sistema educativo británico, en particular por el modelo de la Rugby School, dirigido por Thomas Arnold, quien promovía el deporte como medio de desarrollo moral y físico. Esta experiencia marcó el inicio de su cruzada por incorporar la educación física en las escuelas francesas.
Coubertin creía que el deporte no solo fortalecía el cuerpo, sino que también formaba ciudadanos responsables y valientes. Admirador de la antigua Grecia, defendía la idea de una educación integral que uniera mente y cuerpo, similar a la practicada en los antiguos gimnasios atenienses.
Aunque sus esfuerzos por transformar la educación en Francia no tuvieron éxito inmediato, encontró en los Juegos Olímpicos una nueva forma de promover sus ideales. En 1894, durante un congreso celebrado en la Sorbona, logró que se aprobara su propuesta de revivir los Juegos Olímpicos. Así, en 1896, se celebraron en Atenas los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, marcando el inicio de un movimiento global.
Además de su labor educativa y deportiva, Coubertin fue un pensador apasionado. Fundó la revista Revue Athlétique, organizó sociedades atléticas en Francia y abogó por la paz y la unión de los pueblos a través del deporte.
Sin embargo, su pensamiento también tuvo aspectos polémicos: se oponía firmemente a la participación de las mujeres en el deporte, alegando razones estéticas y culturales. Pese a ello, su legado es inmenso. Presidió el Comité Olímpico Internacional (COI) desde 1896 hasta 1925 y fue el creador del lema olímpico Citius, altius, fortius (“Más rápido, más alto, más fuerte”), adoptado oficialmente en 1924.
En su vida personal, Coubertin se casó con Marie Rothan en 1895 y tuvo dos hijos, ambos con problemas de salud. Afectado por las tragedias familiares y las pérdidas de sus sobrinos en la Primera Guerra Mundial, vivió sus últimos años en Suiza, donde falleció de un ataque al corazón el 2 de septiembre de 1937. Su corazón fue enterrado simbólicamente en Olimpia, Grecia, como homenaje a su contribución al espíritu olímpico.
Entre los múltiples reconocimientos póstumos que ha recibido, destaca la Medalla Pierre de Coubertin, otorgada por el COI a los atletas que demuestran un espíritu deportivo ejemplar. También se han nombrado calles, escuelas y hasta un asteroide en su honor. Gracias a su visión, los Juegos Olímpicos no solo son una competición deportiva, sino también un símbolo de valores universales como la paz, la excelencia y la solidaridad.
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