Nacido en Glasgow el 1 de enero de 1854, James George Frazer fue un hombre singular: reservado, meticuloso y profundamente curioso del alma humana. Aunque vivió de manera tranquila y en gran parte alejado del bullicio social, su legado resonó con fuerza en los albores de la antropología moderna.
Frazer no solo fue un pionero en el estudio comparado de las religiones, la magia y la mitología; fue también un tejedor de vínculos invisibles entre culturas distantes, entre los ritos de pueblos aislados y los cimientos espirituales del mundo occidental.
Su obra más influyente, The Golden Bough (La rama dorada), publicada por primera vez en 1890, se convirtió en una vasta exploración del pensamiento mágico y religioso de la humanidad. Lo que comenzó como una modesta investigación sobre una norma ritual del sacerdocio de la diosa Diana en el bosque de Aricia, Italia, se expandió hasta abarcar mitos agrícolas, rituales de fertilidad, temores ancestrales a los muertos, sacrificios propiciatorios y símbolos sagrados compartidos por culturas separadas por océanos y siglos.
Frazer rastreó estas conexiones con una mirada sistemática pero también con una sensibilidad poética que marcó a toda una generación de escritores y pensadores.
Una de sus ideas más provocadoras fue que las creencias humanas evolucionaron en tres etapas: primero la magia, luego la religión y finalmente la ciencia. Según Frazer, el ser humano primitivo intentó dominar el mundo mediante la magia; frustrado por sus fracasos, buscó consuelo y poder en la religión; y con el tiempo, dio paso a la razón científica.
Esta teoría despertó críticas —algunos señalaban la falta de pruebas concluyentes—, pero nadie podía negar su fuerza intuitiva ni la audacia con que enlazaba ritos, símbolos y estructuras mentales compartidas por civilizaciones tan dispares como los pueblos amazónicos, los antiguos griegos o los campesinos europeos.
Desde 1930, la ceguera no logró detenerlo. Encerrado en una rutina silenciosa, siguió escribiendo incansablemente mientras ejercía la docencia. Fue reconocido como *sir* y admitido en la prestigiosa Royal Society. Sus libros, aunque académicos, influyeron mucho más allá del ámbito universitario.
Poetas, dramaturgos y novelistas encontraron en *La rama dorada* una mina de imágenes arquetípicas, de intuiciones profundas sobre el alma humana. El antropólogo David Graeber, en una de sus descripciones más certeras, dijo que Frazer era “el típico victoriano pesado”, pero reconocía también que su obra había encendido la imaginación de toda una época.
Frazer murió en Cambridge el 7 de mayo de 1941, dejando tras de sí no solo una colección monumental de textos, sino un mapa conceptual de los mitos universales. Su trabajo aún nos recuerda que, detrás de las diferencias culturales, hay preguntas que todos los pueblos se han hecho: sobre la muerte, el renacer de la naturaleza, el miedo, lo sagrado y lo desconocido.
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