Hong Xiuquan (洪秀全) fue una figura singular en la historia de China. Nació el 1 de enero de 1814 en la provincia de Guangdong, en el seno de una humilde familia de granjeros pertenecientes a la comunidad hakka, un subgrupo de la etnia han.
Su vida daría un giro extraordinario: pasaría de ser un joven estudiante a liderar una de las rebeliones más sangrientas de todos los tiempos, la Rebelión Taiping, un conflicto que cobró entre 30 y 50 millones de vidas. Hong llegó incluso a proclamarse como el "hermano menor de Jesús" y fundó su propio Estado: el Reino Celestial de la Gran Paz.
Durante su juventud, Hong se destacó como un alumno brillante, soñando con ingresar al cuerpo de funcionarios imperiales, la mayor aspiración social de su época. Sin embargo, los exigentes exámenes imperiales se convirtieron en su pesadilla: tras varios intentos fallidos, su última derrota en 1836 lo sumió en una profunda crisis nerviosa.
Fue durante esta etapa oscura que conoció a un misionero cristiano y empezó a familiarizarse con tratados religiosos. En 1837, debilitado física y emocionalmente, Hong sufrió delirios intensos que duraron días, durante los cuales afirmó haber tenido visiones en las que visitó el Cielo y conoció a su verdadera familia celestial.
A partir de esas experiencias místicas, Hong creyó haber recibido una misión sagrada: purgar a China de la corrupción manchú, restaurar la supremacía de los Han y renovar la fe en el Emperador Supremo, su "padre celestial". Su interpretación de la fe cristiana fue peculiar. Para él, el Espíritu Santo era un dios chino del viento, y reinterpretó figuras bíblicas conforme a sus propias creencias y tradiciones.
En 1850, Hong dio el paso definitivo: lideró la Rebelión Taiping y estableció el Reino Celestial de la Gran Paz, nombrándose a sí mismo "Rey Celestial". Su capital fue Nankín, donde gobernó con ideales de igualdad, aunque su régimen fue autoritario y marcado por el fanatismo religioso. Durante años, su reino resistió al poder imperial, pero en 1864, frente a la ofensiva final de las tropas manchúes, Hong se quitó la vida ingiriendo veneno. Su hijo, Hong Tianguifu, lo sucedió brevemente, pero tras su ejecución el 18 de noviembre de ese mismo año, el reino que Hong había construido se desmoronó definitivamente.
El legado de Hong Xiuquan ha generado opiniones encontradas en la China moderna. Durante el siglo XX, los comunistas de Mao Zedong lo vieron como un precursor de las revoluciones campesinas y una figura digna de admiración. De forma similar, el padre de la China republicana, Sun Yat-sen, quien también procedía de Guangdong, confesó haberse sentido inspirado por la figura de Hong desde su infancia. Hoy en día, su vida y su obra siguen provocando tanto fascinación como debate.

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