Cuando las FF.AA destituyen a Levingston (1971) y le otorgan el poder a Lanusse, el cuadro de situación económico no podía ser peor.
El crecimiento del Producto Bruto Nacional y del Producto Bruto Industrial se desaceleraba; el salario real entraba en franca deterioro, mientras crecían las tasas de desocupación. Por primera vez, desde 1963 la balanza comercial marcaba déficit.
La inflación empezaba a colocarse fuera de control, de una taza del 13,6% en 1970 saltaría al 34,8% en 1971. En esas condiciones comienza a operar el proyecto político de Lanusse, cuyo signo es la negociación a fin de reconstruir las bases sociales del Poder.
Ya no se planteara que la solución política habrá de surgir de manera natural, a largo plazo, de un modelo económico de desarrollo.
El orden de los factores se alterara, solo la obtención de un mínimo de legitimidad podrá garantizar una solución económica.
Este es el sentido político del “Gran Acuerdo Nacional” proyectado en nombre de la Seguridad, por los altos mandos de las FF.AA y al que convoca Lanusse.
El modelo económico pasa a segundo plano, interesa la Seguridad, a través de “unir a los adversarios y combatir a los enemigos” (en expresas palabras del presidente), por encima del desarrollo.
Pese a toda la audacia e imaginación que su autor podía implementar, la profundidad de la crisis y la activación general de la sociedad indicaba que era imposible que la “Revolución Argentina” se legitimara, aun en la forma oblicua con que se proyectaba hacerlo.
Después de 18 años había llegado la hora de Perón. Solo él estaba en condiciones de capturar la totalidad de los elementos que confluían en la definición politica de la crisis general.
El recambio político, pese a los entusiasmos despertados, no resolvía la crisis orgánica.
Implicaba la reconstitución de una salida transicional en la que fuerzas intermedias, rezagos políticos de una etapa anterior de desarrollo capitalista, llegaban a ocupar el centro de la escena como alternativas principales, pese a ser estructuralmente inexpresivas, por su carácter residual y por su contenido heterogéneo, de las nuevas líneas que definían el conflicto social.
Limitado por la permanencia de los parámetros del “poder compartido” en la economía y maniatado políticamente por la vastedad de compromisos dispares asumidos.
Perón no podrá pese a haberlo intentado al otorgarle el ministerio de economía al representante más conspicuo de la burguesía urbana nacional.
Ni crear siquiera las condiciones mínimas para romper las bases sociales y políticas del “empate”. Cuando muere, en julio de 1974, el proceso de deterioro general, solo frenado por lo que quedaba de su inmensa autoridad, era algo más que una conjetura.
El caso del realismo insuficiente. Lanusse, la hora del pueblo y el Gran Acuerdo Nacional
El 23 de marzo de 1971, la Junta de Comandantes desplaza del gobierno a Levingston y transforma al Jefe del Ejército, Lanusse, en el tercero y último mandatario de la llamada Revolucion Argentina.
Inicia un periodo singular que concluye con la vuelta del peronismo al poder a través de elecciones libres. Los dos años de Lanusse en el gobierno está lleno de contradicciones.
El gobierno se centrará en la formulación del proyecto del GAN y la fase inicial de su implementación, cuando el GAN –un llamamiento a deponer antinomias y volver a la legalidad con elecciones que incluyeran al peronismo- es puesto en marcha.
Se busca comprender los objetivos que lo guían, los mecanismos con los que se intenta llevar adelante la transición, su lógica interna, el papel de los políticos, etc.
El general en su laberinto: las ideas políticas de Lanusse
Se pueden distinguir cuatro sectores dentro de las FF.AA. en el período que va del ´66 al ´73: Los paternalistas; los nacionalistas; los liberales; y los profesionales. Los presidentes de la Rev. Arg. Provinieron de los tres primeros.
El fracaso de la apuesta a un desarrollo inducido por la incorporación de capitales externos obtenidos por inversiones de las empresas transnacionales, había inclinado la balanza desde 1968 en favor del capital local unido al apoyo del aparato político estatal.
El mismo Lanusse resalta 4 puntos de esas directivas:
1) Modernizar la estructura política.
2) Acelerar el desarrollo integral y armónico del país.
3) Pretender a la nacionalización de la economía.
4) Canalizar los beneficios del crecimiento económico hacia una equitativa distribución de la riqueza.
La controversia solo se instala acerca del primero de esos puntos. En torno a él podrían establecerse dos posiciones en el Ejercito: la de quienes son partidarios de que una solución política es un requisito para encarar los problemas económicos y la de quienes pretenden que la salida política sea antecedida por una profundización de la Revolución.
Aunque la Revolucion Argentina se había presentado como una ruptura con el pasado, compartía con los golpes de estado anteriores el menosprecio por la relación entre representación y legitimidad política, que era considerada como un simple formalismo.
Pero a partir del Cordobazo, irrumpe un principio de legitimidad contestatario que responde a una idea de re-fundación del Estado y de Transformación revolucionaria de la sociedad.
Desde ese entonces la sociedad está en presencia de un hecho nuevo: la crisis ya no solo de la legitimidad de origen, sino de la de ejercicio.
Así aparece en el horizonte una alternativa a los gobiernos surgidos de ensayos democráticos limitados (y debilitados por la falta de participación del Peronismo) y de cuartelazos que prometen eficacia a cambio de suspender la constitución, que terminan en pocos años deshaciéndose del poder mediante nuevas elecciones que mantenían la proscripción del justicialismo.
Este círculo vicioso es alterado a partir de 1969 y se plantea un camino a nuevas prácticas sociales y principios que replantean el problema del Estado y sus fundamentos.
Aparecen nuevas cuestiones al relativizarse el principio de representatividad, enfatizarse la participación social directa y proponerse la reforma de las instituciones o la revolución popular.
El desarrollo de esta cuestión se ve en las inquietudes de los sectores militares que se plantean si seguir la revolución o reconstruir la legalidad jurídica.
El planteamiento de Lanusse tiene que ver con cómo restituir la legitimidad y asegurar la supervivencia de la sociedad tal como estaba constituida, frente a las fuerzas en contrario que se estaban desarrollando.
Para ello intentará asociar la legalidad y la gobernabilidad. El primero lo aportarían los partidos políticos y el segundo las FF.AA.
Los políticos comienzan a presionar al régimen militar en noviembre de 1970. Se fundan La Hora del Pueblo –acuerdo entre agrupaciones cuyo objetivo era el retorno a un Gobierno elegido democráticamente y el Encuentro Nacional de los argentinos –aglutinante de individuos que promovían una política latinoamericanista y de izquierda que, aunque no excluía el sufragio, no lo tenía como finalidad principal.
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