La Cuarta Batalla de Champagne, también conocida como la Batalla de Reims o la Ofensiva Friedensturm ("Tormenta de Paz"), desarrollada entre el 15 y el 18 de julio de 1918, representa el último estertor ofensivo del ejército alemán en la Primera Guerra Mundial, el momento donde la iniciativa estratégica pasó definitivamente de las Potencias Centrales a los Aliados.
Esta ofensiva, concebida como un intento desesperado por forzar la paz antes del colapso interno alemán, se estrelló contra defensas aliadas perfeccionadas y dio paso inmediatamente a la contraofensiva que decidiría la guerra.
Desde la perspectiva militar operativa, la ofensiva alemana fue un intento de aplicar por última vez la fórmula que había funcionado en marzo-mayo, pero contra un enemigo que había aprendido profundamente de sus derrotas anteriores.
Ludendorff concentró 52 divisiones (aunque muchas de ellas exhaustas y desmoralizadas) en dos ataques convergentes: uno al este de Reims (Tercer Ejército francés) y otro al oeste (Cuarto Ejército francés), buscando rodear la ciudad y establecer cabezas de puente sobre el Marne.
Sin embargo, la preparación careció del sigilo crucial: los franceses, gracias a una combinación de reconocimiento aéreo, interrogatorios de prisioneros y el descifrado de comunicaciones alemanas, conocían no solo la fecha exacta del ataque (15 de julio a las 4:50 AM), sino también los sectores exactos y la fuerza aproximada de las tropas de asalto.
Estratégicamente, la ofensiva encarnaba la contradicción fatal de la posición alemana en julio de 1918. Bautizada "Friedensturm" para elevar la moral de tropas exhaustas, prometía una "tormenta de paz" que forzaría a los Aliados a negociar.
En realidad, era una apuesta desesperada de Ludendorff por recuperar la iniciativa antes de que la llegada masiva de tropas estadounidenses (300,000 en julio solo) hiciera la victoria imposible.
El objetivo de rodear Reims y amenazar París desde el este era estratégicamente sólido en teoría, pero imposible en la práctica dado el agotamiento extremo del ejército alemán y la superioridad material aliada creciente.
En el ámbito táctico, la batalla demostró la completa absorción de las lecciones aliadas desde marzo.
El general Henri Gouraud, comandante del Cuarto Ejército francés al este de Reims, implementó la doctrina de "defensa elástica" en su forma más pura: una primera línea mínimamente guarnecida (solo puestos de combate), una segunda línea principal de resistencia bien fortificada, y una tercera línea de contraataque con reservas móviles.
Cuando los alemanes atacaron el 15 de julio, avanzaron rápidamente a través de la primera línea casi vacía, solo para ser diezmados por la artillería francesa pre-registrada y las ametralladoras en la segunda línea. El resultado fue un fracaso casi completo al este de Reims, con avances mínimos y bajas catastróficas.
Al oeste de Reims, sin embargo, el Quinto Ejército alemán bajo el mando del príncipe heredero Guillermo logró cierto éxito inicial, cruzando el Marne y estableciendo una cabeza de puente de 9 kilómetros de profundidad.
Pero incluso aquí, el avance pronto se estancó ante la feroz resistencia francesa y estadounidense (particularmente de la 3ª División Estadounidense, los "Rock of the Marne"), y la imposibilidad de traer refuerzos y suministros a través del río bajo fuego constante.
Logísticamente, la ofensiva expuso la bancarrota total del sistema alemán. Las tropas atacantes, muchas de las cuales habían participado en las cuatro ofensivas anteriores desde marzo, estaban física y moralmente agotadas.
Los suministros eran insuficientes, la artillería escasa de municiones, y la motivación había sido reemplazada por un fatalismo generalizado. En contraste, los Aliados operaban desde líneas de suministro cortas y eficientes, con abundante artillería, municiones y, críticamente, reservas frescas.
Humanamente, la batalla fue particularmente costosa para Alemania en relación con sus magros resultados.
Los alemanes sufrieron aproximadamente 50,000 bajas en tres días por ganancias territoriales mínimas, mientras que las pérdidas francesas fueron significativamente menores gracias a su defensa elástica.
Esta relación coste-beneficio desastrosa convenció incluso a los oficiales alemanes más optimistas de que la guerra ofensiva ya no era viable.
Psicológicamente, la batalla representó un punto de inflexión definitivo. Para los Aliados, la defensa exitosa de Reims demostró que finalmente habían descifrado las tácticas alemanas y podían contenerlas con pérdidas aceptables.
Para los alemanes, el fracaso del "Friedensturm" destruyó la última ilusión de victoria: si ni siquiera una ofensiva masiva y supuestamente decisiva podía romper el frente, entonces la guerra estaba perdida. Esta crisis moral se extendió rápidamente desde el frente hasta la retaguardia.
Tecnológicamente, la batalla destacó la creciente superioridad aliada en todos los ámbitos. La artillería francesa, dirigida por sistemas de localización por sonido y destello, diezmó a las tropas alemanas antes del asalto.
La aviación aliada, ahora dominante, proporcionó reconocimiento constante e interrumpió los intentos de refuerzo alemán. Los franceses también emplearon tanques ligeros Renault FT-17 en contraataques localizados con notable efectividad.
Políticamente, el fracaso de la ofensiva aceleró dramáticamente el colapso interno alemán. El 18 de julio, mientras las últimas tropas alemanas retrocedían del Marne, Foch lanzó la contraofensiva aliada masiva (Segunda Batalla del Marne) desde el flanco occidental del saliente alemán.
Esta transición inmediata de la defensa a la ofensiva - la primera gran ofensiva aliada coordinada desde 1914 - marcó el inicio del fin para Alemania.
En la memoria histórica, la Cuarta Batalla de Champagne ha quedado eclipsada por la posterior contraofensiva aliada, pero representa el momento preciso donde la balanza de la guerra se inclinó irreversiblemente.
La defensa de Reims, particularmente la acción de Gouraud al este, se estudia como un modelo clásico de defensa elástica exitosa. Para Francia, la batalla simbolizó la redención final del ejército francés tras los traumas de 1917 y la primavera de 1918.
La Cuarta Batalla de Champagne, en última instancia, representa el último acto de la estrategia ofensiva alemana en la Primera Guerra Mundial.
Al estrellarse contra defensas perfeccionadas y dar paso inmediatamente a la contraofensiva aliada, demostró que la iniciativa había cambiado de manos de manera permanente.
En las laderas al este de Reims, donde las tropas alemanas avanzaron hacia posiciones vacías solo para ser masacradas por fuego artillero preciso, la guerra de movimientos que había caracterizado 1918 llegó a su fin abrupto.
Esta batalla fue el preludio necesario para los "Cien Días" aliados que llevarían al armisticio de noviembre, sellando el destino no solo del ejército alemán, sino del Imperio que lo había creado.

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