Cada 9 de agosto, desde 1994, el mundo conmemora a los 476 millones de indígenas que habitan 90 países, representando el 6% de la población global pero preservando el 80% de la biodiversidad restante.
Esta fecha, establecida por la ONU en pleno Decenio Internacional de las Poblaciones Indígenas, surge como respuesta a cinco siglos de colonialismo, genocidios culturales y marginación sistemática.
Tras tres décadas de celebración, los avances son palpables pero insuficientes: la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas (2007) ha sido adoptada por 144 naciones, mientras el Convenio 169 de la OIT sobre consulta previa cuenta con 24 ratificaciones.
Sin embargo, las estadísticas revelan una cruda realidad: en América Latina, el 47% de los indígenas vive bajo la línea de pobreza; cada dos semanas desaparece una lengua originaria; y Global Witness registra que el 40% de los defensores ambientales asesinados son líderes indígenas.
Las luchas emblemáticas dan rostro a estos números: los mapuche en Wallmapu resisten la usurpación de sus tierras ancestrales; las mujeres kichwa en Ecuador enfrentan a petroleras en la Amazonía; los sami del Ártico demandan derechos sobre sus rutas de pastoreo amenazadas por energías "verdes".
Mientras tanto, casos como el de Berta Cáceres en Honduras o los 1,300 niños encontrados en fosas de internados canadienses recuerdan el costo humano de esta resistencia.
El siglo XXI presenta nuevas amenazas: el "colonialismo verde" que convierte sus territorios en reservas ecológicas sin beneficiar a las comunidades; la apropiación cultural que comercializa sus símbolos vaciados de significado; y la violencia extractivista que envenena ríos como el Gualcarque con mercurio.
Frente a esto, surgen respuestas innovadoras: el hip-hop en quechua de Renata Flores, el cine sami premiado en Cannes, o el liderazgo de jóvenes como Helena Gualinga frente a las cumbres climáticas.
Este día invita a ir más allá del folclor: exige cuestionar por qué el 10% de la población mundial controla el 90% de las tierras indígenas; a denunciar que 25 países aún no reconocen constitucionalmente a sus pueblos originarios; y a actuar apoyando luchas concretas como la del pueblo yanomami contra la minería ilegal.
Como dijo Ailton Krenak: "No somos patrimonio de la humanidad, somos pueblos con derechos". La verdadera conmemoración estaría en ratificar el Convenio 169, implementar educación intercultural y, sobre todo, escuchar cuando dicen "Nada sobre nosotros sin nosotros".
Mientras el Reloj del Juicio Climático avanza, los conocimientos ancestrales sobre manejo forestal, agricultura sostenible y medicina natural emergen no como curiosidades antropológicas, sino como manuales de supervivencia para la humanidad. Este 9 de agosto, recordamos que los pueblos indígenas no son vestigios del pasado, sino guardianes del futuro.
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