La Batalla de Inglaterra, librada entre el 10 de julio y el 31 de octubre de 1940, fue la primera campaña militar librada enteramente en el aire y un punto de inflexión decisivo en la Segunda Guerra Mundial, que frustró los planes de invasión de la Alemania Nazi y demostró que la máquina de guerra de Hitler podía ser detenida.
El conflicto enfrentó a la Luftwaffe alemana, al mando del Reichsmarschall Hermann Göring, contra la Real Fuerza Aérea británica (RAF), dirigida con previsión y determinación por el Jefe del Estado Mayor del Aire, el Mariscal Hugh Dowding.
El escenario de la batalla fue el cielo del sureste de Inglaterra, el Canal de la Mancha y, eventualmente, las ciudades británicas, en una lucha por la superioridad aérea que sería el pre-requisito absoluto para la Operación León Marino, el plan de invasión anfibia de Gran Bretaña preparado por la Wehrmacht.
Tras la caída de Francia en junio de 1940, Alemania se encontró dueña del continente y confiada en que Gran Bretaña, ahora sola y aparentemente vulnerable, buscaría un acuerdo de paz.
Sin embargo, bajo el liderazgo inflexible de Winston Churchill, el Reino Unido se negó a negociar. Ante esta resistencia, Hitler emitió la Directiva Nº 16, ordenando los preparativos para una invasión, para la cual el dominio del aire era esencial.
La Luftwaffe inició la batalla con una abrumadora ventaja numérica, contando con aproximadamente 2,500 aviones, entre ellos los temidos cazas Messerschmitt Bf 109, los bombarderos en picado Junkers Ju 87 Stuka y los bombarderos medios Heinkel He 111 y Dornier Do 17.
Frente a ellos, la RAF alineaba unos 1,200 cazas, sustentados por una red de mando y control revolucionaria y secreta: el sistema integrado de radar Chain Home, puestos de observación terrestre y centros de operaciones que permitían a Dowding dirigir sus escuadrones con una eficiencia máxima, interceptando las formaciones enemigas de manera precisa sin desperdiciar recursos ni desgastar innecesariamente a sus pilotos.
La batalla se desarrolló en varias fases estratégicas claramente definidas por la evolución de los objetivos alemanes.
La fase inicial, a partir del 10 de julio, se centró en ataques contra el transporte marítimo en el Canal de la Mancha (Kanalkampf o "Batalla del Canal") y contra los puertos y radares costeros, con el objetivo de atraer y desgastar a los cazas de la RAF.
A mediados de agosto, Göring lanzó Adlertag ("Día del Águila"), el inicio de la fase crítica de la batalla: la destrucción de la RAF mediante ataques masivos contra sus aeródromos, estaciones de radar y fábricas de aviones.
Esta fue la etapa más peligrosa para Gran Bretaña; la RAF, con sus bases en el sureste severamente dañadas y sus pilotos y personal en tierra al borde del agotamiento, estuvo cerca del colapso.
Sin embargo, un error estratégico crucial de la inteligencia alemana subestimó la resiliencia británica y la gravedad de las pérdidas propias, creyendo que la RAF estaba casi aniquilada.
La suerte de la batalla cambió de forma irrevocable debido a un error de cálculo alemán. El 24 de agosto, algunos bombarderos alemanes, desviados de su objetivo, lanzaron por error sus bombas sobre Londres.
En represalia, Churchill ordenó un ataque aéreo sobre Berlín. La humillación de ver su capital bombardeada enfureció a Hitler y Göring, quien había prometido que eso nunca ocurriría.
En un giro estratégico desastroso para Alemania, Hitler ordenó desviar el esfuerzo principal de la Luftwaffe lejos de los críticos aeródromos y radares de la RAF para centrarse en el bombardeo sistemático de Londres y otras ciudades principales, un cambio de objetivo que los británicos llamarían "The Blitz".
Este respiro le dio a la RAF el tiempo invaluable que necesitaba para reparar aeródromos, recuperar fuerzas y reagruparse.
El punto culminante de la batalla llegó el 15 de septiembre, ahora celebrado como el "Día de la Batalla de Inglaterra", cuando la Luftwaffe lanzó sus ataques masivos más grandes contra Londres, esperando asestar el golpe final.
Sin embargo, se encontró con una feroz y bien coordinada resistencia de los cazas de la RAF, que infligieron pérdidas tan severas que quedó demostrado que la superioridad aérea no se conseguiría. Dos días después, Hitler pospuso indefinidamente la Operación León Marino.
La Batalla de Inglaterra terminó oficialmente el 31 de octubre de 1940, cuando la Luftwaffe, habiendo fracasado en sus objetivos primarios y sufriendo pérdidas insostenibles, transfirió el esfuerzo principal a los bombardeos nocturnos durante el Blitz.
Las bajas fueron altas para ambos bandos, pero la RAF prevaleció: Alemania perdió alrededor de 1,800 aviones y la RAF unos 1,100.
Sin embargo, el recurso más preciado y escaso fueron los pilotos; mientras que la Luftwaffe perdió a unos 2,500 aircrew, las bajas británicas de pilotos fueron menores y, crucialmente, el Reino Unido podía reemplazarlos mejor, incluso con la invaluable ayuda de voluntarios de las naciones ocupadas y de la Commonwealth.
Las consecuencias de la batalla fueron inmensas. Fue la primera derrota significativa de Alemania en la guerra, elevando enormemente la moral británica y aliada y demostrando que el Eje no era invencible.
Salvó al Reino Unido de una invasión que, de haber tenido éxito, habría cambiado el curso de la historia, permitiendo que la nación se mantuviera como una base irremplazable para la posterior liberación de Europa.
Churchill, en su famoso discurso, rindió el homenaje definitivo a los héroes de esta lucha: "Nunca en el campo del conflicto humano, tantos debieron tanto a tan pocos".
La batalla consolidó el papel crucial del radar y la inteligencia en la guerra moderna y forzó a Alemania a desviar su atención hacia el este, hacia la Unión Soviética, un frente que acabaría por devorar al Tercer Reich.
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