El 1 de enero de 1956, Sudán puso fin a décadas de dominio colonial británico-egipcio y proclamó su independencia, convirtiéndose en una nación soberana. Con una historia marcada por la influencia extranjera y profundas divisiones internas, el país emprendió el desafiante camino de la autodeterminación.
La independencia fue el resultado de años de lucha política y negociaciones entre líderes sudaneses, el Reino Unido y Egipto, que administraban conjuntamente el territorio desde finales del siglo XIX. La creciente presión nacionalista y la inestabilidad en la región precipitaron el proceso, logrando que Sudán obtuviera su autonomía sin un conflicto armado directo.
Sin embargo, la nueva nación enfrentó desde sus primeros días grandes retos, como la división entre el norte, de mayoría musulmana y árabe, y el sur, de etnias y religiones diversas. Estas tensiones marcarían el destino del país y darían lugar a conflictos internos que perdurarían durante décadas.
A pesar de los desafíos, el 1 de enero de 1956 quedó en la historia de Sudán como el día en que finalmente se sacudió el yugo colonial y comenzó a escribir su propio destino.
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