En la madrugada del 1 de enero de 1954, las llamas consumieron uno de los emblemas culturales de Santiago de Chile: el Teatro Coliseo. Ubicado en el corazón de la ciudad, este recinto había sido un punto de encuentro para los amantes del arte y la música, testigo de innumerables presentaciones teatrales y espectáculos que marcaron una época.
El incendio, cuyas causas no fueron determinadas con certeza, se propagó rápidamente, devorando la estructura y reduciéndola a escombros. A pesar de los esfuerzos de los bomberos, poco pudo salvarse del siniestro. La pérdida del Teatro Coliseo no solo significó el colapso de un edificio, sino también el fin de un espacio icónico para la cultura santiaguina.
El siniestro dejó una huella imborrable en la historia de la ciudad, recordando la fragilidad del patrimonio arquitectónico y la importancia de su preservación.
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