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miércoles, 31 de mayo de 2023

EL ILUMINISMO Y LA REACCIÓN ROMÁNTICO-CONSERVADORA: DOS PERSPECTIVAS EN CONFLICTO SOBRE EL CAMBIO SOCIAL

El Iluminismo emerge en un momento de quiebre marcado por el proceso de secularización y la disminución de la importancia de lo sagrado como explicación última de las cosas. 

Surge como resultado de un proceso en el que las ideas medievales entran en decadencia.


Esta corriente de pensamiento encuentra sus raíces en dos antecedentes del siglo XVII: el empirismo y el racionalismo. Ambos intentan definir cómo el ser humano construye el conocimiento:


Racionalismo: sostiene que el conocimiento se construye a través de la razón (Descartes).

Empirismo: sostiene que el conocimiento se construye a través de la experiencia y los sentidos (Locke, Bacon). Esta fuente de conocimiento otorga gran importancia a los hechos y la observación.

El Iluminismo del siglo XVIII se desarrollará a partir de la combinación de estas dos corrientes de pensamiento. 

En este momento, el papel de Dios en la construcción del conocimiento ha quedado en segundo plano, dando paso a la razón. 

Sin embargo, esta razón no es la misma que describieron los racionalistas del siglo XVII. No se trata de "ideas innatas anteriores a toda experiencia", sino de una fuerza intelectual, un instrumento de análisis que utiliza la razón y la observación para descubrir y determinar la verdad.


Los filósofos ilustrados, también conocidos como "philosophes", se inspiraron principalmente en los avances científicos de los siglos anteriores. 

Con Newton, el Iluminismo encontró una sólida fundamentación en el método científico, basado no solo en la razón, sino también en la observación de los hechos y la acumulación de datos. 

Newton explicaba el universo como un sistema mecánico ordenado que el ser humano puede comprender a través de la razón y la observación.


El empirismo de Locke también ejerció una gran influencia en estos filósofos, al atribuirle a la mente humana un papel pasivo al nacer, como una "tabula rasa". 

El conocimiento solo puede aumentarse mediante la ampliación de la experiencia sensorial. Este punto de vista respaldó en gran medida los métodos empíricos y experimentales.


Este triunfo de la ciencia animó a los philosophes a aplicar este método de las ciencias naturales a las ciencias sociales. 

Investigaron todos los aspectos de la vida social, estudiaron y analizaron las instituciones políticas, religiosas, sociales y morales, y las sometieron a una crítica implacable basada en la razón y los derechos naturales del ser humano.


Las críticas planteadas por el Iluminismo hacia las instituciones sociales generaron una serie de cambios políticos de gran relevancia. 

Al tratarse de un cambio revolucionario, también se produjo un desorden social como resultado de la ruptura con una sociedad estamental y religiosa. Los lazos y valores característicos de la Edad Media se deterioraron.


A estos pensadores se les calificó de "negativos" debido a su actitud crítica hacia el orden existente. 

Sin embargo, también se les consideró "positivos" porque estudiaron científicamente el orden factual para aprender a trascenderlo.


Es evidente, por lo tanto, por qué el Iluminismo es el punto de partida más lógico para aquellos interesados en los orígenes de la teoría sociológica. 

El conocimiento de la realidad social depende de la unidad de la razón y la observación en el método científico.


A esta avanzada del Iluminismo se opuso una reacción romántico-conservadora que defendía las tradiciones, los lazos y los valores del viejo orden como indispensables para calmar el desorden generado por los cambios revolucionarios.


En oposición a estos ilustrados, que tenían una gran confianza en la razón y la observación como medios para mejorar al ser humano y la sociedad, surgió un grupo de pensadores romántico-conservadores en el siglo XIX. 

Estos se apartaron de la racionalidad y el optimismo que consideraban ingenuos en el siglo XVIII, atribuyendo a la naturaleza humana factores de conducta irracionales, que a su vez consideraron naturales y positivos, como la tradición, la imaginación, el sentimiento y la religión. 

Trasladaron el centro de interés del universo mecánico de Newton a la capacidad creadora de la personalidad y propusieron liberar la mente del pensamiento puramente racionalista y empirista.


En cierto sentido, eran defensores del viejo orden que buscaban restablecer las tradiciones, los lazos y los valores perdidos en tiempos de cambio revolucionario.


La crítica más acertada a esta reacción es que no se puede abordar lo social como si fuera una ciencia natural. 

No se puede dejar de lado el valor histórico de las instituciones y someterlas a una crítica puramente racionalista.


Fue Burke quien criticó las suposiciones sociológicas del Iluminismo. Presentó una perspectiva histórica, evolutiva y orgánica de la sociedad que, junto con su insistencia en los elementos irracionales de la conducta humana, ofrecía una visión importante para considerar la estructura y el proceso de cambio de una sociedad.


Este filósofo estaba a favor de la reforma, no de la revolución. Sostenía que las reformas eran necesarias para armonizar al Estado con las otras condiciones sociales. No debía haber una ruptura con el pasado como la que ocurrió en la Revolución Francesa.


Cuando habla de organicismo, explica que las instituciones, los derechos y los privilegios se desarrollan de manera lenta y orgánica, teniendo un carácter histórico y no abstracto. 

Por lo tanto, critica duramente a los revolucionarios que trataron la sociedad como una máquina, proclamando que el individuo era más importante que el Estado o la nación, alterando todo un orden social con siglos de historia y evolución.




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