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martes, 10 de mayo de 2022

Resumen de EL INTERIOR RIOPLATENSE DURANTE EL SIGLO XVII

Nos limitaremos a elegir algunos ejemplos, y este acápite se centrará en Jujuy, San Miguel de Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba para el NOA y Mendoza para el caso cuyano. 

JUJUY era la ciudad más próxima al Alto Perú del NOA y la estructura de su población confirma este parentesco. Jujuy era la jurisdicción que durante el siglo XVIII poseía el mayor porcentaje de población indígena de todo el Río de la Plata. 

Era en Jujuy en donde los mercaderes y viajeros debían abandonar definitivamente las carretas para seguir camino hacia Perú en arrias de mulas o a caballo. 

La élite jujeña compuesta de una serie de redes familiares estrechamente ligadas entre sí vivía de forma permanente en la ciudad, manteniendo por supuesto sus chacras, estancias y haciendas en el área rural. 

Esta zona desempeñó un papel importante en la exportación de vacas y mulas a Perú. Existía una importante relación entre esta zona y el sur alto-peruano reforzaban el intercambio de ciertos productos, como coca, ají y textiles llegados de Perú por vacas, lanares, sal, charqui, etc. 

La ciudad de SAN MIGUEL DEL TUCUMAN era la cabecera de una jurisdicción muy rica en bosques, y sobre la madera se asentó uno de los pilares de la riqueza local, permitiéndole la exportación de carretas y de materias primas para la industria minera altoperuana. 

La mayor parte de la población rural era española y mestiza. Por supuesto, la exportación de vacas, mulas y caballos ocupaba un lugar preponderante en la economía local, siendo la mayoría de los animales originarias de las provincias de abajo. 

El resto de las entradas por exportaciones consisten en cueros, suelas curtidas y pellones enviadas al puerto de Buenos Aires, generando una doble orientación de los flujos mercantiles. 

SANTIAGO DEL ESTERO conservaba en el siglo XVIII una estructura de pueblos de indios bastante consolidada que sobrevivió no sólo a la independencia del XIX.

Santiago, “madre de ciudades”, vivía ya en el siglo XVIII en una posición claramente secundaria en el marco de la región. 

Se trataba de una polvorienta aldea que en 1778 no llegaba a los 2.000 habitantes, pero con una campaña poblaba por casi 14.000, de los cuales la mitad era indígena. 

A fines de siglo, se produce un aumento demográfico en la campaña que, con una economía agrícola siempre al borde de la catástrofe, explica una de las característica de los santiagueños hasta nuestros días, las migraciones temporales o definitivas. 

El resultado de estas migraciones mayoritariamente masculinas en la estructura familiar de origen es obvio, mostrando una importancia particular de las jefaturas femeninas en los hogares santiagueños. Estas mujeres tenían la ocupación de tejes e hilar la lana de sus rebaños de ovejas. 

Un hombre de campo sin poncho es casi impensable en el siglo que transcurre entre 1750 y 1850. Y esos ponchos eran cordobeses, santiagueños o puntanos. 

Un grupo de mercachifles recorría la campaña cambiando «efectos de Castilla» por piezas tejidas futuras que las endeudadas campesinas tejían incansablemente. 

Esos mercaderes, endeudados a su vez con grandes comerciantes de Santiago o, sobre todo, de Buenos Aires, enviaban sus ponchos para su posterior redistribución en todo el espacio rioplatense. 

CORDOBA contaba con poco más de 50.000 habitantes, siendo la jurisdicción más poblada del interior, siendo ademas la única ciudad universitaria, además de Charcas, en toda aquella zona. 

Una ciudad que contaba con una vida social y cultural bastante intensa en relación con los parámetros regionales. 

El sector mercantil urbano consolidado controlaba una parte relevante del tráfico comercial hacia Buenos Aires (donde se enviaban los ponchos), el Alto Perú (donde se enviaban mulas) y Cuyo. 

Córdoba ocupo un lugar central en la geografía de los intercambios interiores. Pero Córdoba tenía otra ventaja: la posibilidad de enviar hacia el puerto algunos productos, como el cuero y más tarde en el siglo XIX, la lana, que serían embarcados hacia el Atlántico. 

Así pues, Córdoba participaría parcialmente de la orientación hacia Europa que tendría la economía rioplatense dirigida por Buenos Aires. 

Para ello, la región contaba con una población campesina de medianos y pequeños productores en donde, del mismo modo que en Santiago del Estero, el papel de la mujer sería también de capital importancia como tejedora de ponchos y demás tejidos. 

La jurisdicción de CUYO abarcaba dos regiones bastante diversas. Una comprende los oasis irrigados cercanos a la cordillera de los Andes de Mendoza y San Juan, en donde la producción de vinos, aguardientes, frutas, trigo y forrajes ocuparía un lugar destacado. 

La región restante, es el área de San Luis, diremos únicamente que una parte sustancial de su estructura productiva y su orientación mercantil era similar a la de las campañas cordobesas, con una población campesina de tejedoras de ponchillos y de medianos productores ganaderos. 

En el siglo XVIII, la especialización productiva de estas dos áreas de viñas era bastante clara: Mendoza se centró en el vino y San Juan en el aguardiente. 

A estos productos comercializables principales hay que agregar los frutos secos y, en ocasiones, el trigo. El mercado primordial para estos productos eran las diversas ciudades del interior y del litoral.  

Como había ocurrido con la yerba mate o con los ponchos, a medida que Buenos Aires crecía demográficamente como mercado dominando los circuitos mercantiles, los comerciantes porteños pasaron a controlar el sistema de redistribución desde Buenos Aires hacia gran parte del interior. 

Las medidas liberalizadoras del comercio de 1776 dieron un duro golpe a la economía cuyana el declive agrario de esta región desde esos años finales del XVIII no deja lugar a dudas. 

El comercio entre Buenos Aires y el Pácifico, vía Cuyo y Santiago de Chile, creció de forma evidente entre 1730 y 1780, multiplicándose por cinco en ese período. 

Yerba del Paraguay, plata potosina, sebo, esclavos, ganado engordado y efectos europeos constituían el grueso de la corriente hacia Santiago de Chile y desde allí, el oro y el cobre chileno, más algunos productos llegados desde diferentes puertos del Pacífico formaban parte del flujo hacia el Río de la Plata.

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