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jueves, 28 de abril de 2022

Resumen de la sociedad wari en la región andina

LA FASE DE LOS ESTADOS: WARI Y LOS SEÑORÍOS ÉTNICOS REGIONALES 

En torno al siglo VI d.n.e., a grandes rasgos, podría afirmarse que los desarrollos regionales evolucionaron hacia formas cada vez más belicistas: poco a poco, los señoríos teocráticos se transformaron en señoríos militares que, en su afán por acumular mayores recursos, más tierras y más servidores, expandieron su poder sobre sus vecinos por la fuerza de las armas. 

La multiplicación de los centros urbanos a partir de los centros ceremoniales ofrecía grandes beneficios a quienes emprendieran su conquista: mucha población concentrada, almacenes copiosos, riquezas acumuladas. 

Las ciudades y santuarios fueron así objetivos prioritarios de estos pueblos en expansión. La intensificación agrícola y ganadera. La creciente actividad de los circuitos de intercambio requirieron cada vez una mayor cantidad de mano de obra que sólo podía obtenerse rápidamente mediante guerras de conquista, sometiendo a las poblaciones, trasladándolas hacia donde eran necesarias o simplemente esclavizándolas. 

Así pues, el modelo que hemos mencionado no se quebró en lo sustancial, pero ahora el éxito en lo económico se obtenía por la aplicación de rotundas medidas de fuerza. 

La teocracia dejó su lugar a la política de los hechos consumados mediante la violencia y la guerra. Los sacerdotes fueron desplazados o sustituidos por una casta militar, o se convirtieron ellos mismos en una aristocracia guerrera. 

Uno de estos grupos étnicos, un señorío transformado ahora en una casta militar, originarios de una ciudad conocida como Wari, inició una veloz expansión en varias direcciones a la vez. 

Una expansión dirigida fundamentalmente hacia las zonas de mayor actividad agrícola. Aunque no conocemos con exactitud las razones de su expansión, tan rápida como extensa, ocurrida en torno al 600 d.n.e. 

Parece que la fomentó un desarrollo urbano desmedido para sus posibilidades de abastecimiento. 

En sus campañas de invasión, los grupos Wari removieron pueblos completos, trasladándolos hacia otras zonas donde les fueran de mayor utilidad, usándolos como mano de obra más o menos forzada (mitmaqunas o mitimaes, en quechua colonos, un sistema que luego los incas utilizarían profusamente). 

Trazaron una importante red vial que comunicaba a las ciudades entre sí, con los centros productivos, y manejaron la tributación como un instrumento fundamental en la construcción de un Estado. 

Que, aunque supo utilizar la redistribución y la reciprocidad, utilizó estos mecanismos de relación y producción en beneficio de una poderosa estructura de dominación militar, religiosa y política. 

Wari provocó un notable crecimiento demográfico en las zonas donde se desarrolló. La organización —seguramente coactiva en muy alto grado— de las fuerzas productivas en un espacio tan grande contribuyó muy exitosamente a lograr excelentes resultados económicos. 

Wari no sólo incorporó recursos materiales o humanos procedentes de las culturas sometidas, sino también incorporó sus dioses, sus conocimientos y sus técnicas. 

De todas formas, parece que extensión e intensidad en la fuerza expansiva de Wari no fueron de la mano. 

La mayor parte de las sociedades andinas ocupadas acataron la sumisión, pero no la aceptaron. La integración de diversas y lejanas regiones entre sí estaba apuntada pero no llegó a consolidarse. 

Así, en el norte, Moche y Lambayeque consiguieron zafarse de la presión Wari, y se constituyeron de nuevo en señoríos étnicos de alcance regional. 

En el sur se produjo también, aunque más lentamente, la disgregación de los elementos regionales que Wari había unido a la fuerza. 

Es decir, el eclipse de Wari acarreó, en torno al siglo X de esta era, el rebrote de los desarrollos regionales, caracterizados ahora por la generalización de los señoríos étnicos locales. 

Algunos con bases similares a las del ciclo anterior; otros, muy marcados por la influencia Wari. 

Por tanto, el período comprendido entre el declive de Wari y la aparición de los incas como nuevo poder centralizador e integrador de todas estas realidades regionales en el Tawantinsuyu (el Imperio incaico) se caracterizó por el desarrollo paralelo pero irregular de diversos pueblos y culturas diseminados por el espacio: es el que algunos arqueólogos han llamado el período Posclásico, Clásico tardío o de Estados Regionales. 

Todo este conjunto de grupos, sociedades y culturas, desde los pastos a los araucanos, a lo largo de miles de kilómetros de cordillera, entró en colapso gradual pero efectivo cuando desde Cuzco, como un gran turbión, un gran huayco, los incas comenzaron su expansión. 

El Tawantinsuyu, el Imperio incaico, unificó finalmente lo que en estos tres siglos, del X al XIII, parecía tan diverso como fraccionado. Comenzaba otra historia en los Andes.

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