La contrapartida arquitectónica del período del romanticismo se sitúa en el siglo XIX. Durante este período, se buscaban características propias en los pasados nacionales, volviendo a las tradiciones históricas arquitectónicas.
Se recuperaron técnicas modernas e incluso se les dio aplicaciones contemporáneas, lo que dio lugar a un enfoque de apropiación y eclecticismo historicista, ya que se retomaron estilos arquitectónicos del pasado pero se combinaron con técnicas nuevas.
Estos estilos eclécticos no eran copias fieles de sus contra-partes medievales, sino que se configuraban con cierta libertad.
La tendencia historicista se acentuó en la segunda década del siglo XIX, a medida que los pueblos comenzaron a constituirse como entidades nacionales y a investigar su pasado nacional.
Un ejemplo destacado de esta arquitectura es el Palacio de Westminster, ubicado en Londres, que recuperó el estilo gótico en pleno siglo XIX. En este edificio se pueden apreciar detalles eclécticos, donde se combinan elementos clásicos o académicos en una procesión organizada, con un ritmo y una claridad compositiva.
Esta arquitectura revela una influencia clásica que busca recuperar y traer al presente las raíces medievales de Inglaterra, simbolizando la identidad nacional.
El uso estructural del hierro en el palacio también muestra el eclecticismo, ya que se vincula con el contexto de la revolución industrial en pleno apogeo.
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