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miércoles, 24 de diciembre de 2025

Tercer Espacio



El Tercer Espacio desde el Marxismo: ¿Terreno de Lucha o Ilusión Despolitizadora?


Para el marxismo, el concepto de "Tercer Espacio" ese ámbito de sociabilidad, cultura e identidad situado entre lo doméstico y lo laboral plantea una contradicción fundamental. 


Desde su perspectiva materialista, que divide la sociedad en una base económica y una super-estructura ideológica, este espacio pertenece claramente a lo super-estructural. 


La pregunta decisiva es si sirve para reproducir las relaciones de dominación de clase o si, por el contrario, puede convertirse en un campo de batalla para su transformación radical.


Desde una lectura marxista más ortodoxa, inspirada en pensadores como Louis Althusser, el Tercer Espacio es visto con profunda sospecha. 


Se interpreta esencialmente como un mecanismo de control social, una "válvula de escape" que el sistema capitalista ofrece para canalizar el descontento. 


Cafés, centros comunitarios o incluso plataformas digitales (blogs, streamns, juegos online) al presentarse como lugares "neutrales" de encuentro, funcionarían en realidad como Aparatos Ideológicos donde se naturaliza la hegemonía burguesa. 


En ellos, la conversación informal rara vez cuestiona los fundamentos del capital, y la ilusión de horizontalidad oculta las estructuras de poder reales. 


Además, existe una crítica feroz hacia cómo este énfasis en el Tercer Espacio como lugar de hibridación de identidades (de raza, género, cultura) puede desplazar y fragmentar la conciencia de clase. 


Para el marxismo clásico, la contradicción principal es la de clase, definida por la relación con los medios de producción. La focalización en luchas identitarias dentro de estos espacios se percibe como una estrategia burguesa que divide al proletariado, diluyendo su potencial revolucionario en una multitud de reclamos particulares. 


En el ámbito digital, esta crítica se agudiza: plataformas como Twitter o Facebook, a pesar de albergar comunidades contestatarias, son propiedad de capitalistas que extraen datos y moderan contenidos. 


El Tercer Espacio digital sería, por tanto, un territorio precario y arrendado dentro de la propiedad privada, nunca un espacio verdaderamente autónomo.


Sin embargo, una tradición marxista más flexible y estratégica, que se nutre de Antonio Gramsci y de corrientes como el autonomismo, ve en el Tercer Espacio un potencial radical innegable. 


Gramsci, con su teoría de la guerra de posición, entendió que la revolución no era solo un asalto frontal al poder (guerra de movimiento), sino una lucha prolongada en la trinchera de la sociedad civil por la hegemonía cultural. 


El Tercer Espacio es, precisamente, ese campo de batalla hegemónico donde se forja el sentido común y se pueden construir narrativas contra-hegemónicas. 


Un fenómeno como Black Twitter ejemplifica esto


Para mayor claridad sobre Black Twitter les dejo la reseña correspondiente a ese concepto: https://mid0410.blogspot.com/2025/10/black-twitter.html


No es solo un foro de identidad racial, sino un espacio donde se libra una guerra de posición contra la ideología racista dominante, vinculando a menudo la opresión racial con una crítica a las estructuras policiales y estatales que sirven al capital. 


Desde una mirada autonomista, ciertos terceros espacios físicos como centros sociales ocupados, bibliotecas populares o tallares comunitarios pueden funcionar como embriones de lo "común": esferas auto-gestionadas que prefiguran relaciones sociales no capitalistas y practican la cooperación fuera del mercado y del Estado. 


Históricamente, los espacios de sociabilidad obrera las tabernas, las casas del pueblo fueron el crisol donde la clase "en sí" (objetiva) se transformó en clase "para sí" (consciente y organizada). Los foros digitales de trabajadores de plataformas que coordinan huelgas serían su equivalente contemporáneo.


En última instancia, la posición marxista concluye que ningún Tercer Espacio es inherentemente político o despolitizado; su carácter es siempre un objeto de lucha. Para que trascienda su función de mera válvula de escape y se convierta en un instrumento de transformación, deben cumplirse ciertas condiciones. 


Primero, debe establecer un vínculo claro con la base material, conectando las luchas culturales e identitarias con la explotación económica concreta. 


Segundo, debe aspirar a construir alianzas de clase o "bloques históricos" gramscianos, trascendiendo el particularismo para articular un proyecto contra-hegemónico común. 


Tercero, debe tender hacia la autonomía, minimizando su dependencia de las plataformas capitalistas y el control estatal. 


Y por último, necesita una direccionalidad estratégica clara: la actividad en el ámbito cultural del Tercer Espacio debe estar al servicio de un proyecto que busque transformar el Primer Espacio (la propiedad) y el Segundo Espacio (el Estado y las instituciones). 


Sin esta conexión con la lucha por el poder material, el riesgo es que el Tercer Espacio devenga en activismo performativo, una cómoda sala de espera donde la revolución se posterga indefinidamente a fuerza de conversación. 


La diferencia, en términos marxistas, la define la praxis: la acción reflexiva que une la batalla en el terreno de las ideas con la lucha por el control de los medios de producción y el poder político.





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