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sábado, 13 de diciembre de 2025

La Liberación de Cambrai



La liberación de Cambrai entre el 8 y el 10 de octubre de 1918 representa mucho más que la captura de una ciudad estratégica; constituye un momento de profundo significado histórico y psicológico que encapsula el colapso final del poderío alemán en el Frente Occidental. 


Esta operación, ejecutada principalmente por fuerzas británicas y canadienses tras la exitosa ruptura de la Línea Hindenburg en el Canal del Norte, simboliza tanto la redención de un fracaso pasado como la culminación de cuatro años de aprendizaje operacional aliado.


Desde la perspectiva militar operativa, la toma de Cambrai fue la explotación lógica y metódica de la ruptura lograda en el Canal del Norte. 


Una vez que las defensas principales del Canal fueron superadas el 1 de octubre, las fuerzas del Primer y Tercer Ejércitos británicos avanzaron rápidamente hacia la ciudad, encontrando una resistencia alemana cada vez más desorganizada. 


La operación se caracterizó por su naturaleza fluida y móvil, un marcado contraste con la estática y sangrienta Batalla de Cambrai de 1917. 


Las tropas canadienses y británicas emplearon tácticas de infiltración perfeccionadas durante los Cien Días: pequeños grupos de asalto equipados con armas automáticas y morteros de trinchera flanquearon puntos de resistencia, mientras que la caballería y los tanques ligeros (especialmente los Whippet) explotaron las brechas para desorganizar la retaguardia alemana.


La planificación reflejó la confianza renovada del mando británico. A diferencia de 1917, cuando Cambrai fue el objetivo principal de una ofensiva ambiciosa, en 1918 la ciudad fue simplemente el siguiente objetivo lógico en un avance general. 


El general Sir Henry Horne y el teniente general Sir Julian Byng coordinaron un avance convergente desde el norte y el oeste, utilizando la superior movilidad ganada tras el cruce del Canal del Norte para amenazar las líneas de retirada alemanas y forzar la evacuación de la ciudad antes de que pudiera convertirse en otro Stalingrado.


Estratégicamente, la caída de Cambrai tuvo un significado desproporcionado. La ciudad no solo era un importante nudo ferroviario que alimentaba el frente alemán hacia el sur, sino que poseía un profundo valor simbólico: había estado en manos alemanas desde su captura en agosto de 1914, representando uno de los puntos más occidentales de la ocupación alemana en Francia. 


Su liberación demostró que incluso las posiciones consideradas "permanentes" en el territorio ocupado eran ahora vulnerables. Además, Cambrai controlaba los accesos al río Selle, la última barrera natural significativa antes de la frontera belga, haciendo inevitable el avance aliado hacia Mons y, eventualmente, hacia Alemania misma.


En el ámbito táctico, la liberación destacó por su relativa falta de resistencia organizada. Las tropas alemanas de la 54ª y 185ª Divisiones, exhaustas y desmoralizadas tras la ruptura de la Línea Hindenburg, ofrecieron solo una defensa esporádica antes de retirarse hacia el este. 


Los combates más intensos ocurrieron no en la ciudad misma, sino en sus aproximaciones, particularmente en las alturas de Ramillies y la cresta de Flesquières (escenario de combates amargos en 1917). 


La entrada de las tropas británicas en Cambrai el 9 de octubre fue notablemente anticlimática: encontraron una ciudad parcialmente destruida por los bombardeos aliados y las demoliciones alemanas, con solo pequeños grupos de rezagados ofreciendo resistencia.


Humanamente, la liberación fue sorprendentemente baja en bajas aliadas en comparación con batallas anteriores. Las fuerzas británicas y canadienses sufrieron aproximadamente 5,000 bajas en todo el avance hacia y a través de Cambrai, mientras que las pérdidas alemanas fueron mayores pero consistieron principalmente en prisioneros (alrededor de 10,000 capturados en el sector). 


Para los civiles franceses que habían soportado cuatro años de ocupación, la liberación fue un momento de emociones intensas: alegría mezclada con tristeza al ver su ciudad devastada, y a menudo resentimiento hacia aquellos que se sospechaba habían colaborado con los ocupantes.


Psicológicamente, la caída de Cambrai tuvo un impacto devastador en la moral alemana. La ciudad había sido considerada una "plaza fuerte" de la ocupación, con una guarnición permanente y un aparato administrativo alemán establecido. 


Su pérdida sin una defensa significativa envió un mensaje claro a todo el ejército alemán: ni siquiera las ciudades fortificadas en territorio "seguro" estaban a salvo. 


Para los británicos, especialmente para los veteranos de la desastrosa batalla de 1917, la captura de Cambrai representó una especie de redención histórica. El campo de batalla de 1917, con sus tanques abandonados y sus fosas comunes, fue ahora terreno reconquistado.


Logísticamente, la captura de Cambrai proporcionó a los aliados un premio invaluable: un nudo ferroviario funcional (aunque dañado) que podía ser reparado rápidamente para apoyar el avance continuo. 


Los ingenieros británicos trabajaron día y noche para reparar las líneas hacia Arras y Valenciennes, creando una nueva base de suministro avanzada que reduciría las líneas de comunicación en más de 30 kilómetros. Este aspecto logístico fue quizás más importante que el valor táctico inmediato de la ciudad misma.


Tecnológicamente, la liberación demostró la completa integración de las armas combinadas británicas. 


Los tanques, aunque menos numerosos que en 1917, fueron empleados con mayor sofisticación: los pesados Mark V apoyaron el avance de la infantería, mientras que los rápidos Whippet realizaron incursiones profundas detrás de las líneas alemanas. 


La aviación británica, dominando completamente los cielos, proporcionó reconocimiento constante y atacó columnas de retirada alemanas en las carreteras al este de la ciudad.


Políticamente, la caída de Cambrai coincidió con el momento en que Alemania inició formalmente las negociaciones de armisticio. 


El 4 de octubre, el canciller alemán Max von Baden había telegrafiado al presidente Wilson solicitando un armisticio basado en los Catorce Puntos. La pérdida de Cambrai solo días después reforzó la posición alemana de que el colapso militar era inminente e irreversible, aumentando la urgencia de las negociaciones. 


Para los franceses, la liberación de una ciudad importante de su territorio nacional fortaleció la posición de Clemenceau en las discusiones aliadas sobre los términos de la rendición.


En la memoria histórica, la liberación de Cambrai en 1918 ha quedado en gran parte ensombrecida por la más famosa (y controvertida) Batalla de Cambrai de 1917. 


Sin embargo, su importancia simbólica es profunda: representó la primera gran ciudad francesa liberada completamente por fuerzas británicas (a diferencia de las ciudades belgas liberadas en la carrera hacia el mar en 1914), consolidando el papel británico como libertadores en la narrativa de posguerra. 


El monumento a la liberación en la plaza principal conmemora este momento como el fin de cuatro años de sufrimiento para la población civil.


La liberación de Cambrai, en última instancia, representa el punto en que la guerra de movimientos de los Cien Días alcanzó su máxima expresión operacional. 


Demostró que los aliados podían no solo romper las líneas defensivas alemanas, sino también explotar rápidamente esas rupturas para capturar objetivos estratégicos con pérdidas relativamente bajas. 


En las calles semidestruidas de Cambrai, donde en 1917 los tanques británicos habían hecho su debut espectacular pero finalmente fallido, en 1918 la guerra mecanizada y móvil demostró su madurez definitiva. 


Esta victoria no fue el resultado de un golpe táctica brillante, sino de la implacable presión operacional que caracterizó los últimos meses de la guerra: la capacidad de mantener el impulso ofensivo día tras día, hasta que el enemigo ya no pudo ofrecer una resistencia coherente. La liberación de Cambrai anunció que el final no solo era inevitable, sino inmediato.




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