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miércoles, 22 de octubre de 2025

Complejo de Frankenstein



El Complejo de Frankenstein, también conocido como el Complejo del Creador, describe una profunda ansiedad psicológica que surge del miedo a que la propia creación ya sea tecnológica, intelectual, artística o incluso una relación escape a nuestro control y termine volviéndose contra nosotros, su creador. 


Este complejo encapsula el pavor a la responsabilidad última, a la pérdida del dominio y a enfrentar las consecuencias imprevistas de dar vida a algo que trasciende nuestra capacidad de gobierno. No es solo el temor al fracaso, sino el terror a que el éxito mismo de la creación se convierta en nuestra propia sentencia.


El término se origina en la novela "Frankenstein o el moderno Prometeo" (1818) de Mary Shelley, donde el joven científico Víctor Frankenstein, impulsado por un ansia de conocimiento y poder divino, logra infundir vida a un ser creado a partir de fragmentos de cadáveres. 


Sin embargo, en el mismo instante en que la criatura abre los ojos, el científico huye aterrado por su aspecto monstruoso, abandonando a su suerte a su propia creación. Este acto de rechazo y negligencia desencadena toda la tragedia posterior. 


La criatura, inicialmente benigna pero brutalmente rechazada por su creador y por la sociedad, se transforma en un ser vengativo que termina destruyendo todo lo que Víctor ama. 


El mito plasma a la perfección la esencia del complejo: el creador es destruido no por su creación en sí, sino por su incapacidad para asumir la responsabilidad de lo que ha creado.


Psicológicamente, este complejo se manifiesta como una crisis de autoría y responsabilidad. Quien lo padece experimenta una angustia paralizante al percibir que su "criatura" un proyecto, una empresa, una obra de arte, o incluso un hijo ha desarrollado una autonomía que ya no puede controlar. 


Esta dinámica suele estar ligada a un narcisismo fragil; el creador ama la idea de su propio poder generativo, pero es incapaz de aceptar que la creación, una vez puesta en el mundo, tiene su propia vida, sus propias reglas y su voluntad independiente. 


El miedo fundamental no es a la criatura, sino a enfrentar las partes de uno mismo que se proyectaron en ella y que ahora, fuera de control, nos confrontan con nuestra propia hybris y nuestras limitaciones.


En el mundo contemporáneo, el Complejo de Frankenstein ha encontrado ecos profundos y aterradoramente literales. Lo vemos en el ámbito de la inteligencia artificial, donde científicos y tecnólogos expresan abiertamente su temor a que los sistemas que diseñan puedan superar la inteligencia humana y escapar a todo control, volviéndose una amenaza existencial. 


Se manifiesta en la crisis ecológica, donde la humanidad comienza a sufrir las consecuencias de haber "creado" a través de la industrialización y el consumismo un planeta alterado que ahora responde con fenómenos climáticos extremos y pandemias. 


En el terreno de la genética y la biotecnología, el fantasma de Víctor Frankenstein resurge en el debate ético sobre la edición genética y la creación de organismos modificados, con el miedo latente a desatar consecuencias impredecibles en la cadena de la vida. 


Incluso en la dinámica mpresarial o artística es común: el fundador que no puede delegar o dejar que su empresa evolucione, o el artista que teme que su obra sea malinterpretada o usada para fines que él no avala.


El legado de este complejo es una advertencia atemporal sobre los límites de la ambición humana y el peso moral de la creación. La tragedia de Frankenstein no es que el hombre cree, sino que crea desde la arrogancia y sin la sabiduría para guiar, nutrir y contener lo creado. 


El complejo nos enseña que el acto de crear es un pacto que implica responsabilidad eterna, cuidado y aceptación de lo inesperado. 


La verdadera maestría del creador no reside en el dominio absoluto, sino en la humildad para soltar, en el coraje para dialogar con su creación y en la sabiduría para integrar, y no reprimir, el monstruo que inevitablemente nace de toda gran ambición. 


Al final, el Complejo de Frankenstein nos confronta con una pregunta esencial: ¿Estamos dispuestos a amar y guiar lo que hemos creado, incluso cuando se revela diferente, autónomo y potencialmente peligroso para nuestro mundo ordenado?





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