La Batalla del Golfo de Leyte, librada entre el 23 y el 26 de octubre de 1944 en las aguas que rodean la isla filipina de Leyte, no fue una sola confrontación, sino una serie de enfrentamientos navales inter-conectados que constituyen, por su extensión y complejidad, la batalla naval más grande de la historia de la humanidad.
Este choque colosal, que enfrentó a la flota estadounidense, con una abrumadora superioridad numérica y tecnológica, contra los últimos recursos de la Armada Imperial Japonesa.
Movilizada en un plan desesperado y complejo, marcó la aniquilación definitiva del poder naval japonés como fuerza ofensiva y el punto de entrada de los Estados Unidos en las Filipinas, cumpliendo la promesa del general Douglas MacArthur de "¡Volveré!".
El contexto estratégico de la batalla fue el desembarco anfibio estadounidense en la isla de Leyte el 20 de octubre de 1944, el primer paso en la campaña para la reconquista de las Filipinas.
Para Japón, la pérdida del archipiélago sería catastrófica, ya que cortaría sus líneas de suministro marítimo con los recursos del sudeste asiático (petróleo, caucho, estaño).
Ante esta amenaza existencial, la Armada Imperial Japonesa activó el Plan Sho-Go (Operación Victoria), una última estrategia, sumamente audaz que implicaba el sacrificio de casi toda su flota restante para destruir la fuerza de invasión estadounidense en las playas de Leyte. El plan era intrincado y dependía de una precisa coordinación y del engaño:
1. Fuerza Norte (Señuelo): Al mando del almirante Jisaburo Ozawa, consistía en los últimos cuatro portaviones japoneses prácticamente vacíos de aviones y pilotos experimentados (Zuikaku, Zuiho, Chitose, Chiyoda).
Su misión era atraer lejos de Leyte a la poderosa Tercera Flota estadounidense del almirante William "Bull" Halsey, que proporcionaba la cobertura de portaaviones rápidos, dejando así desprotegidos los desembarcos.
2. Fuerzas de Ataque Central y Sur: Una vez Halsey fuera distraído, dos poderosas flotas de acorazados y cruceros, que carecían de cobertura aérea propia, convergerían desde el oeste para aniquilar a la Séptima Flota estadounidense del vicealmirante Thomas Kinkaid, que proporcionaba el apoyo anfibio con sus portaaviones de escolta y acorazados antiguos.
La batalla se desarrolló en cuatro encuentros principales casi simultáneos:
1. La Batalla del Mar de Sibuyan (24 de octubre):
La Fuerza Central del almirante Takeo Kurita (incluidos los gigantescos acorazados Yamato y Musashi) fue detectada y atacada por aviones de la Tercera Flota de Halsey mientras cruzaba el Mar de Sibuyan.
Los ataques aéreos se concentraron en el Musashi, que recibió impactos de 19 torpedos y 17 bombas antes de hundirse. Kurita, creyendo que había sufrido más daños de los reales, dio inicialmente la vuelta, pero luego, siguiendo órdenes, reanudó su avance. Mientras tanto, Halsey recibió informes de la Fuerza Norte de Ozawa.
Mordiendo el anzuelo por completo y creyendo que la Fuerza Central estaba derrotada, Halsey decidió lanzar toda su Tercera Flota hacia el norte para destruir los portaviones japoneses, dejando desprotegido el Estrecho de San Bernardino, la ruta de acceso directo a las playas de Leyte.
2. La Batalla del Estrecho de Surigao (24-25 de octubre):
La Fuerza Sur del almirante Shoji Nishimura intentó cruzar el Estrecho de Surigao para atacar por el sur. Lo que encontró fue una trampa clásica tendida por la Séptima Flota de Kinkaid. Los estadounidenses ejecutaron la última "cruzada de la T" de la historia naval.
Una línea de acorazados (algunos de los cuales habían sido rescatados del fondo de Pearl Harbor) cruzó la proa de la columna japonesa, cañoneándola con sus poderosos armamentos principales, mientras que lanchas torpederas y destructores hostigaban sus flancos. La flota de Nishimura fue aniquilada casi por completo.
3. La Batalla de Samar (25 de octubre):
Este fue el episodio más dramático y crítico de la batalla. Mientras Halsey perseguía el señuelo al norte, la Fuerza Central de Kurita emergió inesperadamente a través del desprotegido Estrecho de San Bernardino y se topó con un grupo de portaaviones de escolta estadounidenses y sus destructores de escolta, la "Taffy 3" del contraalmirante Clifton Sprague.
Era un enfrentamiento increíblemente desigual: los acorazados y cruceros pesados japoneses contra pequeños portaaviones lentos y destructores. Lo que siguió fue un acto de heroísmo y sacrificio sin parangón.
Los destructores y destructores de escolta estadounidenses (como el USS Johnston) lanzaron cargas de torpedos suicidas contra los buques japoneses, mientras que los aviones de los portaaviones de escolta atacaban con todo lo disponible, incluso ametrallando las super-estructuras.
La ferocidad y la confusión del ataque convencieron a Kurita de que se enfrentaba a la poderosa Tercera Flota de Halsey. Tras horas de combate caótico y tras infligir graves daños a la Taffy 3, Kurita, desconcertado y con sus fuerzas dispersas, tomó la sorprendente decisión de retirarse, abandonando su misión de destruir la fuerza de invasión. Este acto salvó a las tropas en las playas de Leyte de un bombardeo naval masivo.
4. La Batalla de Cabo Engaño (25 de octubre):
Al norte, Halsey localizó y atacó a la Fuerza Norte de Ozawa, hundiendo los cuatro portaviones japoneses (incluido el Zuikaku, el último veterano del ataque a Pearl Harbor).
Sin embargo, esta victoria táctica se vio empañada por la crítica situación en Samar. Solo tras recibir desesperadas peticiones de ayuda de Kinkaid, y una famosa comunicación directa del almirante Nimitz ("EL MUNDO SE MARAVILLA"), Halsey envió parte de su flota de regreso al sur, llegando demasiado tarde para intervenir en la Batalla de Samar.
Las consecuencias de la Batalla del Golfo de Leyte fueron absolutas. La Armada Imperial Japonesa dejó de existir como una flota de combate coherente.
Perdió 4 portaaviones, 3 acorazados, 10 cruceros y 11 destructores. Las pérdidas estadounidenses, aunque significativas (1 portaaviones ligero, 2 portaaviones de escolta, 2 destructores y 1 destructor de escolta), fueron en todo asumibles para el poderío industrial estadounidense.
Estratégicamente, la victoria aseguró la cabeza de playa en Leyte y abrió el camino para la reconquista de Filipinas. Además, la batalla vio el primer uso organizado de los ataques Kamikaze, un acto de desesperación que se convertiría en un siniestro sello de la fase final de la guerra.
El Golfo de Leyte fue el funeral de la marina japonesa y la confirmación de que el dominio naval estadounidense en el Pacífico era total e incontestable.

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