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jueves, 25 de septiembre de 2025

Batalla de Okinawa



La Batalla de Okinawa, librada entre el 1 de abril y el 22 de junio de 1945 en la mayor de las islas Ryukyu, fue la última y más sangrienta campaña del Teatro del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. 


Un enfrentamiento de una escala y ferocidad tan apocalípticas que se ganó los sombríos apodos de "Tifón de Acero" (Tetsu no Bofu) por parte de los japoneses y "La boca del infierno" por los soldados estadounidenses que la sobrevivieron. 


Más que una batalla por un territorio, Okinawa fue un choque de culturas militares en el umbral mismo del Japón metropolitano, donde la potencia de fuego industrial estadounidense se enfrentó a una determinación defensiva japonesa fanática, y cuyas espantosas cifras de víctimas influyeron de manera decisiva en la posterior decisión de utilizar la bomba atómica para evitar una invasión terrestre de las islas principales.


El contexto estratégico confería a Okinawa un valor incalculable. Para los Estados Unidos, bajo el mando del almirante Raymond Spruance y el teniente general Simon Bolivar Buckner Jr., la isla, situada a apenas 550 kilómetros de la costa japonesa, era el trampolín esencial para la planeada invasión de Kyushu (Operación Downfall). 


Sus puertos y aeródromos podrían albergar la flota de invasión masiva y servir como base de apoyo logístico y aéreo sin precedentes. Para Japón, la defensa de Okinawa, considerada suelo nacional, era una cuestión de supervivencia. 


El mando japonés, encabezado por el teniente general Mitsuru Ushijima, adoptó una estrategia radicalmente diferente a la de campañas anteriores. 


En lugar de una defensa en la playa o cargas banzai suicidas, Ushijima implementó una defensa en profundidad basada en una serie de líneas fortificadas masivas en el sur de la isla, particularmente la Línea Machinato y, más al sur, la formidable Línea Shuri, un complejo sistema de colinas, crestas y castillos antiguos interconectados por túneles y búnkeres de hormigón. 


El objetivo ya no era vencer, sino infligir el máximo número de bajas posible para desgastar la voluntad política estadounidense y negociar una paz menos deshonrosa.


La campaña comenzó el 1 de abril de 1945 (Día de los Inocentes) con el mayor asalto anfibio de la Guerra del Pacífico. Los Cuerpos de Marines de los Estados Unidos (III Cuerpo Anfibio) y el Ejército (XXIV Cuerpo), un total de más de 180,000 soldados desembarcaron en las playas del suroeste. 


Para su sorpresa, la resistencia inicial fue mínima. Las fuerzas estadounidenses avanzaron rápidamente, capturando dos aeródromos clave y cortando la isla por la cintura en el primer día. 


Sin embargo, esta facilidad era una ilusión. Ushijima había concentrado a sus 110,000 soldados del 32.º Ejército en el sur escarpado y fácilmente defendible, esperando pacientemente a que el enemigo se estrellara contra sus defensas.


La lucha verdadera comenzó cuando las tropas estadounidenses chocaron con la Línea Machinato a principios de abril. Lo que siguió fue una pesadilla de ochenta y tres días de guerra de desgaste. 


El avance se midió en yardas, pagado con un precio en sangre exorbitante. Colinas con nombres como "Sugar Loaf", "Conical Hill", "Hacksaw Ridge" y "Shuri Castle" se convirtieron en sinónimos de carnicería. 


Cada posición era una fortaleza en sí misma, que requería ser reducida con lanzallamas, granadas, cargas de demolición y el apoyo directo de tanques, que a su vez eran blancos vulnerables para los artilleros japoneses armados con cargas explosivas suicidas. La lluvia torrencial convirtió el terreno en un lodazal sangriento, dificultando aún más el movimiento y favoreciendo a los defensores.


Un elemento nuevo y aterrador de la batalla fue el uso sistemático y masivo de los ataques Kamikaze (Tokkotai). Durante la campaña, la Armada Imperial Japonesa lanzó diez oleadas masivas de aviones suicidas contra la flota estadounidense que rodeaba la isla. 


Más de 1.500 aviones Kamikaze se estrellaron contra buques de la US Navy, hundiendo 36 barcos, dañando otros 368 y causando casi 5.000 bajas mortales entre los marineros, en lo que constituyó el ataque más concentrado y destructivo sufrido por la armada estadounidense en toda su historia. 


Además, el acorazado gigante Yamato fue enviado en una misión suicida de una sola vía hacia Okinawa con combustible solo para el viaje de ida, pero fue hundido por aviones estadounidenses mucho antes de llegar a su objetivo.


La batalla terrestre alcanzó su punto culminante en mayo con la lucha por el corazón de la Línea Shuri. Una combinación de la feroz resistencia japonesa y las lluvias monzónicas detuvo el avance estadounidense. 


A finales de mayo, Ushijima, siguiendo su plan, realizó una retirada ordenada hacia sus posiciones finales en la península de Kiyan, al sur. El 18 de junio, el comandante estadounidense, el general Buckner, murió por el impacto de la esquirlas de un proyectil de artillería en el frente, convirtiéndose en el oficial de más alto rango de EE. UU. muerto en acción durante la guerra. 


La resistencia organizada japonesa cesó el 21 de junio, y el general Ushijima y su jefe de estado mayor, el teniente general Isamu Cho, cometieron seppuku (suicidio ritual) en su puesto de mando en las cuevas de Mabuni.


Las consecuencias de Okinawa fueron escalofriantes. Las pérdidas estadounidenses ascendieron a 12.520 muertos o desaparecidos y 38.916 heridos. La marina sufrió otras 4,907 muertes. 


Las pérdidas japonesas fueron catastróficas: Más de 110.000 soldados murieron, junto con unos 100.000 a 150.000 civiles okinawenses, que constituyeron entre un cuarto y un tercio de la población de la isla. 


Muchos civiles murieron atrapados en los bombardeos, fueron utilizados como escudos humanos por el ejército japonés, obligados a suicidarse con granadas de mano o ejecutados bajo la sospecha de ser espías.


Estratégicamente, la batalla convenció a los planificadores de guerra estadounidenses de que una invasión de las islas principales de Japón (Operación Downfall) resultaría en un costo de vidas inimaginable, posiblemente de más de un millón de bajas aliadas y muchos millones de japoneses. 


Este cálculo macabro fue un factor primordial en la decisión del presidente Harry S. Truman de utilizar la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki apenas seis semanas después, con la esperanza de forzar una rendición rápida y evitar otra Okinawa a una escala infinitamente mayor. Okinawa fue, por lo tanto, la última batalla campal de la Segunda Guerra Mundial y un amargo prólogo de la era nuclear.




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