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viernes, 22 de agosto de 2025

Batalla de Noruega



La Campaña de Noruega, desarrollada entre el 9 de abril y el 10 de junio de 1940, fue un teatro de operaciones único y crucial en los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial, marcando la primera confrontación directa a gran escala entre las fuerzas alemanas y los Aliados occidentales. 


Lejos de ser una mera invasión terrestre, esta campaña fue una compleja operación anfibia y aerotransportada que combinó audacia, tecnología y una feroz lucha en tierra, mar y aire. 


El objetivo estratégico de Alemania, bajo el plan Weserübung (Ejercicio Weser), era doble y de suma importancia. 


Asegurar el transporte de hierro sueco, que se embarcaba a través del puerto noruego de Narvik durante los meses de invierno cuando el Báltico se congelaba, y obtener bases de submarinos y aviación en la larga costa noruega para estrangular las rutas de suministro británicas en el Atlántico Norte y amenazar directamente al Reino Unido. 


Para los Aliados, especialmente para el Primer Lord del Almirantazgo británico, Winston Churchill, Noruega representaba una oportunidad para establecer un frente alternativo, cortar el flujo de hierro a Alemania y envolver al Reich por el norte.


La invasión alemana, iniciada el 9 de abril de 1940, fue un audaz y pionero ejemplo de guerra combinada. Alemania desplegó fallschirmjäger (paracaidistas) para capturar aeródromos clave, como el de Oslo-Fornebu, y utilizó masivamente la infantería de marina (kriegsmarine) transportada en buques de guerra para asaltar simultáneamente los seis puertos norueges principales: Oslo, Kristiansand, Stavanger, Bergen, Trondheim y, crucialmente, Narvik en el extremo norte. 


La sorpresa fue casi total. La Kriegsmarine (marina alemana), asumiendo un enorme riesgo al adentrarse en aguas dominadas por la Royal Navy, logró desembarcar las tropas que, junto con las fuerzas aerotransportadas, sometieron rápidamente a las sorprendidas y mal preparadas fuerzas noruegas. 


La capital, Oslo, cayó en horas, aunque un evento fortuito, el hundimiento del crucero pesado alemán Blücher en el fiordo de Oslo por baterías costeras noruegas, retrasó la captura de la familia real y el gobierno, permitiendo su huida y la posterior continuación de la resistencia.


La respuesta aliada fue inmediata pero descoordinada y plagada de indecisiones. Las fuerzas británicas, francesas y polacas (que aportaron valiosas brigadas de infantería de montaña altamente motivadas) desembarcaron en varios puntos del centro y norte de Noruega, centrando sus esfuerzos en reconquistar Trondheim y, especialmente, Narvik. 


La campaña se caracterizó por una serie de feroces enfrentamientos navales en los fiordos, donde la Royal Navy infligió pérdidas devastadoras a la Kriegsmarine, hundiendo 10 destructores en las dos batallas de Narvik y dañando gravemente varios cruceros. 


Esta sangría dejó a la marina de superficie alemania prácticamente incapacitada para operaciones mayores durante años. Sin embargo, en tierra, la superioridad aérea alemana resultó decisiva. 


Con aviones bombardeando campos noruegos, posteriormente capturados y en Dinamarca (invadida el mismo día en una operación relámpago). 


La Luftwaffe dominó los cielos, hostigando y bombardeando constantemente las posiciones y los puertos aliados, interrumpiendo sus suministros y proporcionando un apoyo táctico cercano e impecable a sus tropas. 


Esta supremacía aérea compensó la vulnerabilidad logística inicial alemana y finalmente inclinó la balanza.


El punto de inflexión de la campaña no ocurrió en Noruega, sino en el continente. El 10 de mayo de 1940, Alemania lanzó su ofensiva masiva en el frente occidental, invadiendo Francia, Bélgica y los Países Bajos. 


Este evento catastrófico redefinió por completo las prioridades aliadas. Ante la inminente caída de Francia, las tropas y los recursos destinados a Noruega se volvieron desesperadamente necesarios para la defensa de la propia Gran Bretaña. 


La evacuación de las fuerzas expedicionarias aliadas se ordenó a finales de mayo y principios de junio. Incluso en Narvik, donde las fuerzas aliadas al mando del general francés Béthouart y la brigada polaca lograron, tras una dura lucha, capturar finalmente la ciudad el 28 de mayo, la victoria fue efímera. 


Tuvieron que abandonarla y retirarse ante la abrumadora presión alemana y la necesidad estratégica de evacuar. La campaña terminó oficialmente el 10 de junio de 1940 con la capitulación de las últimas fuerzas noruegas y la completa ocupación del país por la Wehrmacht.


Las consecuencias de la Campaña de Noruega fueron profundas y paradójicas. Alemania logró su objetivo estratégico: aseguró el flujo de hierro sueco y ganó bases navales y aéreas invaluables para la Batalla del Atlántico. 


Sin embargo, el costo para su armada fue ruinoso, debilitándola permanentemente. Para los Aliados, fue una derrota táctica y estratégica humillante, que expuso graves deficiencias en la coordinación y el mando interaliado. 


No obstante, tuvo un resultado positivo crucial: la demostración de la ineptitud del gobierno británico de Neville Chamberlain durante la crisis llevó directamente a su caída y al ascenso de Winston Churchill como Primer Ministro el 10 de mayo de 1940, justo en el momento más crítico de la guerra. 


Para Noruega, comenzó cinco largos años de ocupación y una resistencia activa, mientras que su gobierno y su rey Haakon VII continuaron la lucha desde el exilio en Londres, convirtiéndose en un símbolo de la determinación contra la tiranía nazi.





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