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domingo, 1 de junio de 2025

Carlos II de Navarra



Carlos II de Navarra (Évreux, 10 de octubre de 1332 – Pamplona, 1 de enero de 1387), también conocido como Carlos II de Évreux y más tarde apodado Carlos el Malo, fue rey de Navarra, conde de Évreux y señor de Montpellier. 


Hijo de Felipe de Évreux, III de Navarra, y de Juana II, hija del rey Luis X de Francia y Navarra, su linaje unía de forma directa las casas reales de Francia y Navarra. Contrajo matrimonio con Juana de Valois, perteneciente a la poderosa dinastía real francesa, hija del rey Juan II y hermana de Carlos V de Francia.


A lo largo de su reinado, los historiadores distinguen dos grandes etapas en su vida política, separadas en torno a los años 1361-1362. En la primera etapa, llamada francesa, Carlos II centró su actividad política y militar en los asuntos del reino de Francia. 


En cambio, la segunda etapa, denominada navarra, lo muestra más presente en la Península Ibérica, ocupándose directamente de la administración y los conflictos internos y externos de Navarra. 


Sin embargo, este cambio de enfoque no significó una renuncia a sus intereses franceses: incluso cuando se hallaba en Navarra, seguía con atención los acontecimientos del reino galo, y estos influían en muchas de sus decisiones.


El año 1361 marca un punto de inflexión clave en su trayectoria. Tras varios años de ausencia, Carlos II decidió regresar a Navarra. La situación en Francia, tras el Tratado de Brétigny, que establecía una tregua en la Guerra de los Cien Años, se había vuelto inestable, con la proliferación de compañías de soldados sin empleo que sembraban el caos. 


Además, la presión fiscal y militar ejercida por la Corona francesa sobre sus posesiones normandas agotaba sus recursos y dificultaba sus ambiciones territoriales y dinásticas. Esta combinación de circunstancias parece haberlo llevado a reorientar su política hacia su reino peninsular.


En el plano personal, otro elemento significativo acompaña este cambio de etapa. Poco antes de embarcar en Cherburgo con destino a Navarra, Carlos II redactó su primer testamento. 


Esta decisión sugiere una reflexión vital y política más profunda, quizás motivada por el nacimiento de su heredero, el futuro Carlos III el Noble, el 22 de julio de ese mismo año en la ciudad de Mantes. Este acontecimiento no solo consolidaba la dinastía navarra, sino que también reforzaba su visión estratégica sobre el futuro del reino.





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