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sábado, 19 de abril de 2025

Lula da Silva asume la presidencia de Brasil




El 1 de enero de 2003, la historia política de Brasil dio un giro trascendental con la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de la República Federativa del Brasil. 


Este evento no solo marcó el comienzo de una nueva etapa en la política brasileña, sino que también simbolizó la esperanza de millones de ciudadanos en una transformación social profunda, encabezada por alguien que, por primera vez en la historia del país, no provenía de las élites tradicionales, sino del seno del pueblo trabajador.


De obrero metalúrgico a jefe de Estado


Luiz Inácio Lula da Silva, nacido el 27 de octubre de 1945 en Caetés, Pernambuco, provenía de una familia pobre del nordeste brasileño, una de las regiones más castigadas por la pobreza estructural. 


En su juventud emigró con su familia al Estado de São Paulo, en busca de mejores condiciones de vida, siguiendo una ruta de migración interna muy común en Brasil.


Allí se formó como tornero mecánico y pronto se convirtió en un líder sindical en el pujante sector metalúrgico del ABC paulista. Durante la dictadura militar (1964–1985), Lula lideró huelgas históricas que desafiaron al régimen autoritario, ganando visibilidad y respeto entre los trabajadores. 


En 1980, fue uno de los fundadores del Partido dos Trabalhadores (PT), una formación política de izquierda que buscaba representar a los obreros, campesinos, intelectuales progresistas y movimientos sociales.


Una larga marcha electoral


Lula se presentó como candidato presidencial en cuatro elecciones consecutivas (1989, 1994, 1998 y 2002). En las tres primeras fue derrotado, pero en cada ocasión aumentó su caudal electoral. 


En la campaña de 2002, Lula suavizó parte de su discurso y firmó la "Carta al pueblo brasileño", en la que prometía respeto a los contratos, estabilidad económica y responsabilidad fiscal, buscando calmar a los mercados e inversionistas.


En las elecciones presidenciales de octubre de 2002, Lula obtuvo una victoria arrolladora en segunda vuelta con más del 61% de los votos, venciendo a José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). 


La imagen de un exobrero asumiendo la presidencia fue aclamada tanto en Brasil como internacionalmente como un ejemplo de democracia inclusiva y ascenso social.


Un nuevo rumbo para Brasil


La asunción de Lula el 1 de enero de 2003 fue celebrada con entusiasmo popular. Su gobierno arrancó con el objetivo de combinar crecimiento económico, estabilidad macroeconómica y justicia social, bajo la consigna de “Brasil sem miséria” (Brasil sin miseria). Entre los principales pilares de su primer mandato se destacaron:


- Políticas de transferencia de ingresos, como el programa Bolsa Família, que unificó y amplió ayudas sociales para combatir la pobreza extrema.


- Fomento al consumo interno, con políticas de aumento del salario mínimo y acceso al crédito.


- Inversiones en educación y salud pública, así como en infraestructura.


- Mantenimiento del superávit fiscal y control de la inflación, en línea con las metas del Banco Central.


Lula en el escenario internacional


En el ámbito exterior, Lula promovió una política exterior activa y altiva, apostando por una mayor autonomía regional, fortalecimiento del Mercosur, y alianzas con países del Sur Global, especialmente África, Asia y América Latina. 


También buscó una reforma de organismos internacionales como la ONU y el FMI, y Brasil cobró mayor protagonismo como líder emergente en el escenario global.


El simbolismo de su llegada al poder


La elección de Lula representó una ruptura con la lógica política tradicional brasileña, donde las élites económicas y políticas habían monopolizado el poder desde el fin del Imperio. 


Su ascenso al poder encarnó la esperanza de los excluidos, de los trabajadores, de los campesinos y de los habitantes de las periferias urbanas, que veían por primera vez a uno de los suyos alcanzar el cargo más alto del país.


Lula se convirtió en un símbolo del poder popular, no exento de desafíos y contradicciones. En su discurso inaugural, dijo:


 “Si algún niño pobre puede, a partir de hoy, tener más esperanza, me sentiré realizado”.


Conclusión


El 1 de enero de 2003, cuando Luiz Inácio Lula da Silva juró como presidente, el pueblo brasileño vivió un momento que desbordaba los límites de la política: fue la cristalización de un largo proceso de lucha, organización y resistencia. 


Fue también el inicio de una nueva etapa que marcaría profundamente el rumbo del país en las décadas siguientes, con aciertos y controversias, pero con una huella imborrable en la historia de Brasil y de América Latina.





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