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domingo, 16 de febrero de 2025

El Inicio de la Reforma Económica en Hungría: Un Desafío al Modelo Soviético

En 1968, el gobierno de Hungría puso en marcha una ambiciosa reforma económica conocida como el Nuevo Mecanismo Económico (NME), con el objetivo de modernizar y flexibilizar el rígido sistema de planificación centralizada impuesto por la Unión Soviética. Este cambio marcó un punto de inflexión en la economía del país y lo convirtió en un experimento pionero dentro del bloque socialista.  

Contexto de la Reforma


Desde la Segunda Guerra Mundial, Hungría había adoptado el modelo económico estalinista, basado en la colectivización agrícola, la industrialización forzada y una economía centralizada bajo el control del Partido Comunista. Sin embargo, este sistema había demostrado ser ineficiente y generaba desabastecimiento, baja productividad e insatisfacción popular.  

Tras la Revolución Húngara de 1956, una revuelta popular contra el dominio soviético brutalmente reprimida, el liderazgo comunista, encabezado por János Kádár, optó por un enfoque más pragmático para evitar nuevas crisis. Aunque Kádár mantuvo la lealtad a Moscú, también buscó mejorar el nivel de vida de los ciudadanos mediante reformas económicas.  

Características del Nuevo Mecanismo Económico

  
El 1 de enero de 1968, Hungría implementó el NME, que introdujo elementos de descentralización y mercado dentro de la economía socialista:  

- Descentralización económica: Se redujo el control estatal directo sobre las empresas y se permitió una mayor autonomía en la toma de decisiones.  
- Introducción de incentivos de mercado: Las empresas podían fijar precios en función de la oferta y la demanda dentro de ciertos límites establecidos por el Estado.  
- Mayor apertura comercial: Se fomentó el comercio exterior con países occidentales para mejorar la competitividad y la calidad de los productos.  
- Reducción de la planificación centralizada: Se sustituyó el rígido sistema de cuotas de producción por una planificación más flexible.  

Impacto y Consecuencias

  
Inicialmente, la reforma tuvo resultados positivos: La economía húngara experimentó un crecimiento sostenido, aumentó la productividad y mejoró el abastecimiento de bienes de consumo. Hungría comenzó a ser vista como el país socialista más abierto y próspero, ganándose el apodo de "el barracón más feliz del bloque comunista".  

Sin embargo, a medida que la reforma avanzaba, surgieron resistencias dentro del Partido Comunista y en la Unión Soviética, que temía que la liberalización económica debilitara su control sobre Hungría. A partir de la década de 1970, se revirtieron algunos aspectos del NME, y la economía volvió a una mayor regulación estatal.  

A pesar de sus limitaciones, la reforma de 1968 marcó un precedente en la evolución del socialismo en Europa del Este y preparó el terreno para las transformaciones que ocurrirían en la década de 1980, cuando Hungría sería uno de los primeros países del bloque soviético en avanzar hacia una economía de mercado. 





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