En 1944, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal de campo Erwin Rommel fue nombrado subcomandante en jefe del Grupo de Ejércitos B, con la misión de reforzar las defensas alemanas en Francia ante la esperada invasión aliada. Este nombramiento marcó un giro significativo en la carrera militar de Rommel, conocido hasta entonces por sus campañas en el norte de África, y lo colocó en el centro de una de las etapas más cruciales del conflicto.
Rommel, el estratega: de África a Europa
Erwin Rommel, apodado el "Zorro del Desierto" por su brillante liderazgo en el teatro de operaciones del norte de África, se había ganado una reputación como uno de los comandantes más hábiles y respetados de la Wehrmacht. Sin embargo, tras la derrota del Afrika Korps en 1943, Rommel fue llamado de regreso a Europa, donde el Alto Mando alemán requería su experiencia para enfrentar la creciente amenaza de los Aliados occidentales.
En enero de 1944, Adolf Hitler designó a Rommel para supervisar las defensas del Muro Atlántico, un extenso sistema de fortificaciones costeras construido a lo largo del litoral europeo bajo control alemán, desde Noruega hasta el sur de Francia. Su nombramiento como subcomandante en jefe del Grupo de Ejércitos B fue una señal de la importancia estratégica que Berlín otorgaba a la defensa de Francia, considerada el punto de entrada más probable para una invasión aliada.
La misión de Rommel: fortificar el Muro Atlántico
Rommel asumió el mando en un momento crítico, ya que los preparativos aliados para la invasión de Normandía (Operación Overlord) avanzaban rápidamente. Aunque las fortificaciones del Muro Atlántico habían sido promovidas por la propaganda nazi como impenetrables, en la práctica, muchas áreas eran vulnerables debido a la falta de recursos, mano de obra y planificación estratégica.
Con su característica energía, Rommel emprendió una serie de medidas para fortalecer las defensas:
1. Reforzar las playas: Ordenó la instalación de obstáculos antitanque, minas terrestres y trampas en las zonas de desembarco más probables, con el objetivo de dificultar cualquier ataque anfibio.
2. Concentrar las tropas cerca de la costa: Rommel sostenía que el éxito dependía de detener al enemigo en las playas, antes de que pudiera establecer cabezas de puente y movilizar refuerzos. Este enfoque lo llevó a discrepar con otros altos mandos alemanes, quienes preferían mantener las divisiones acorazadas en reserva, alejadas de la costa.
3. Mejorar la moral y el entrenamiento: Visitó personalmente numerosas guarniciones para inspeccionar las defensas y motivar a las tropas, dejando claro que no habría margen para el error.
Conflictos internos y desafíos estratégicos
A pesar de su liderazgo y experiencia, Rommel enfrentó varios desafíos que complicaron su misión:
- Desacuerdos con el Alto Mando: Rommel tuvo serias diferencias con sus superiores, incluido el mariscal Gerd von Rundstedt, comandante en jefe del Frente Occidental. Mientras Rommel abogaba por una defensa adelantada, Rundstedt prefería una estrategia más flexible, basada en contraataques móviles una vez que los Aliados hubieran desembarcado.
- Interferencias de Hitler: Las órdenes directas de Hitler, que solía imponer decisiones estratégicas desde Berlín, limitaron la capacidad de Rommel para actuar con independencia y ajustar las defensas según las necesidades del terreno.
- Limitaciones logísticas: La falta de recursos, municiones y combustible para las divisiones blindadas dificultó la implementación de las mejoras que Rommel consideraba esenciales.
La víspera de la invasión aliada
La preparación del Muro Atlántico continuó a contrarreloj durante los primeros meses de 1944, pero a pesar de los esfuerzos de Rommel, muchas de las defensas permanecieron incompletas o mal equipadas. Además, los Aliados llevaron a cabo una brillante campaña de desinformación (Operación Fortitude), que convenció al Alto Mando alemán de que el desembarco principal tendría lugar en Pas-de-Calais, y no en Normandía.
El 6 de junio de 1944, mientras Rommel se encontraba en Alemania celebrando el cumpleaños de su esposa, las fuerzas aliadas lanzaron el Día D, el desembarco más grande de la historia militar, en las playas de Normandía. Aunque Rommel regresó rápidamente al frente, las fortificaciones del Muro Atlántico no pudieron contener la embestida aliada, que marcó el principio del fin para la ocupación alemana en Europa occidental.
Legado del nombramiento de Rommel
El papel de Rommel como subcomandante en jefe del Grupo de Ejércitos en Francia destacó su habilidad como estratega y líder militar, pero también evidenció las limitaciones impuestas por la estructura jerárquica y las decisiones políticas del régimen nazi. Su enfoque innovador y su dedicación al deber contrastaron con las fallas estratégicas más amplias del mando alemán, que subestimó la capacidad y la determinación de los Aliados.
Aunque su tiempo como responsable de la defensa de Francia estuvo marcado por desafíos y frustraciones, Rommel sigue siendo recordado como uno de los comandantes más destacados de la Segunda Guerra Mundial, tanto por sus éxitos en África como por sus esfuerzos en el frente occidental.
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