La inmovilidad económica en la Unión Soviética y China durante gran parte del siglo XX se debió a la dinámica contradictoria de sus sistemas planificados.
Esto generó barreras significativas para el desarrollo científico y tecnológico, afectando las condiciones de vida de la población y manteniendo niveles de consumo mediocres.
A pesar de estas dificultades, el hundimiento del comunismo no fue inevitablemente el resultado de un proceso de decadencia; en cambio, tanto en la Unión Soviética como en China, el principio del fin se desencadenó por una oleada de reformas internas.
En marzo de 1970, prominentes figuras como Andrei Sajarov, Valentin Turchin y Roy Medvedev dirigieron una carta a Leonid Brezhnev, líder soviético en ese momento, exigiendo la democratización de la vida social. Advertían que la falta de cambios podría relegar al país a una potencia provincial de segundo orden.
A partir de 1985, Mijaíl Gorbachov, coincidiendo con el diagnóstico anterior, inició una modesta reforma económica.
La implementación de estas reformas se vio obstaculizada por las divisiones entre los dirigentes comunistas, muchos de los cuales habían comenzado sus carreras con Stalin.
En 1987, se emprendió una reestructuración económica conocida como la perestroika, que buscaba preservar la economía planificada permitiendo la incorporación controlada de elementos capitalistas.
Esto incluía la autonomía de empresas para elaborar sus planes, comprar insumos y asociarse con empresas extranjeras, todo bajo el control del estado.
La perestroika tenía como objetivo principal ganar eficiencia y superar la brecha tecnológica con los países capitalistas.
Sin embargo, estas reformas trajeron consigo cambios en la situación de los trabajadores, como la diferenciación de salarios según el desempeño y las ganancias de las empresas.
El mercado también desacreditó a los trabajadores, llevando a la indisciplina laboral, la disminución de la producción, la escasez de bienes de consumo y el aumento de precios.
En paralelo, se implementaron medidas de glasnost (transparencia o apertura), impulsadas en parte por el accidente nuclear de Chernóbil en 1986. Esto aceleró la liberalización de los medios de comunicación y alentó la confrontación política.
En 1989, Gorbachov convocó elecciones para crear el Congreso de los Diputados del Pueblo, un intento de avanzar hacia la división de poderes sin abrir las puertas al multipartidismo.
Estas elecciones propiciaron el resurgimiento de la vida política, permitiendo la libertad de palabra y el acceso a los medios de información.
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