La Invasión de Sicilia, desarrollada entre el 9 de julio y el 17 de agosto de 1943 bajo el nombre en clave Operación Husky, fue la mayor operación anfibia de la Segunda Guerra Mundial hasta esa fecha y el punto de entrada de las fuerzas aliadas en la "Fortaleza Europa", marcando el inicio de la campaña italiana y precipitando directamente la caída del régimen fascista de Benito Mussolini.
Esta masiva y compleja invasión, que enfrentó a una fuerza multinacional aliada compuesta por estadounidenses, británicos y canadienses contra las tropas del Eje (el Ejército italiano y el formidable Deutsches Afrikakorps ahora reconvertido en cuerpos panzer alemanes).
Fue un éxito estratégico crucial que, sin embargo, estuvo plagado de desafíos tácticos, fricciones entre aliados y una oportunidad perdida para infligir un daño aún mayor a las fuerzas alemanas en retirada.
El contexto estratégico de Husky fue el resultado de un intenso debate entre los líderes aliados reunidos en la Conferencia de Casablanca en enero de 1943.
Mientras los soviéticos presionaban por la apertura de un segundo frente en Europa occidental, los mandos británico y estadounidense acordaron que la siguiente prioridad tras la victoria en el Norte de África sería atacar el "bajo vientre blando de Europa", iniciando la campaña en el Mediterráneo.
Los objetivos eran claros: asegurar las líneas de navegación aliadas en el Mediterráneo, eliminar a Italia de la guerra como beligerante y distraer a las fuerzas alemanas del frente oriental, preparando el terreno para la futura invasión de Normandía.
La planificación fue colosal, dirigida por el general Dwight D. Eisenhower como Comandante Supremo, con el general Harold Alexander al mando del 15º Grupo de Ejércitos, que incluía al 7º Ejército estadounidense del teniente general George S. Patton y al 8º Ejército británico del general Bernard Montgomery.
La operación comenzó en la noche del 9 de julio de 1943 con una de las mayores operaciones aerotransportadas de la guerra, donde paracaidistas estadounidenses de la 82.ª División Aerotransportada y británicos de la 1.ª División Aerotransportada fueron lanzados detrás de las líneas enemigas para capturar objetivos clave y desorganizar las defensas.
Aunque la operación estuvo marcada por una navegación deficiente, vientos fuertes y fuego amigo que derribó varias aeronaves, sembró suficiente confusión entre las fuerzas del Eje.
Al amanecer del 10 de julio, una armada de over 2,000 barcos y lanchas de desembarco llegó a las costas del sureste de Sicilia, desplegando over 160,000 soldados en playas distribuidas en un frente de 160 kilómetros.
Los estadounidenses de Patton desembarcaron en el suroeste, desde Licata hasta Scoglitti, mientras que los británicos y canadienses de Montgomery lo hicieron en el sureste, desde el sur de Siracusa hasta Punta Braccetto.
La resistencia inicial italiana en las playas fue en general débil, con muchas unidades rindiéndose o desertando, desmoralizadas por los intensos bombardeos navales y la falta de fe en la causa fascista.
Sin embargo, la resistencia se endureció considerablemente con la intervención de las divisiones alemanas presentes en la isla, en particular la 1.ª División Paracaidista Hermann Göring y la 15.ª División Panzergrenadier, que demostraron una tenacidad y eficacia mortíferas. La campaña se convirtió rápidamente en una serie de feroces batallas en terrenos montañosos y escarpados, ideales para la defensa.
El mayor punto de fricción de la campaña surgió en la estrategia de avance. El plan original preveía que ambos ejércitos avanzaran en paralelo.
Sin embargo, Montgomery, argumentando la dureza de la resistencia alemana en la carre costera oriental hacia Mesina, insistió en que su 8º Ejército necesitaba utilizar la principal carretera interior, la 124, que estaba asignada al 7º Ejército estadounidense.
Alexander accedió, ordenando a Patton que cediera el paso y se limitara a proteger el flanco izquierdo de Montgomery. Esta decisión, percibida como un agravio por los competitivos generales estadounidenses, llevó a Patton a buscar su propia gloria.
Con una audacia característica, desobedeció las órdenes de contención y lanzó un audaz avance hacia el oeste y luego hacia el norte, capturando la capital, Palermo, el 22 de julio en una espectacular marcha relámpago, para luego virar abruptamente hacia el este a lo largo de la costa norte para competir con Montgomery en la carrera hacia Mesina, el puerto de escape hacia la Italia continental.
Mientras tanto, el impacto político de la invasión fue inmediato y devastador para el Eje. El 25 de julio, menos de dos semanas después de los desembarcos, el Gran Consejo Fascista destituyó a Mussolini y lo colocó bajo arresto, nombrando al mariscal Pietro Badoglio como nuevo jefe de gobierno, quien inmediatamente comenzó negociaciones secretas de armisticio con los Aliados.
La fase final de la campaña fue la carrera hacia Mesina. Tanto Patton como Montgomery se enfrentaron a una defensa alemana extremadamente hábil, dirigida por el general Hans-Valentin Hube, quien organizó una retirada metódica y escalonada hacia el puerto, demorando el avance aliado con minas, demoliciones y emboscadas en cada paso de montaña.
Aprovechando su superioridad naval y aérea, los alemanes ejecutaron una brillante operación de evacuación a través del Estrecho de Mesina (Operación Lehrgang), logrando escapar a más de 100,000 soldados alemanes e italianos con la mayor parte de su equipo pesado entre el 11 y el 17 de agosto, bajo un incomprensiblemente débil contraataque aliado.
Patton entró en Mesina el 17 de agosto, unas horas antes que Montgomery, reclamando simbólicamente la ciudad, pero el daño estratégico ya estaba hecho: el núcleo del poder de combate alemán había escapado para luchar otro día.
A pesar de esta falla táctica, la Operación Husky fue un éxito estratégico abrumador. En 38 días, los Aliados habían conquistado la mayor isla del Mediterráneo, asegurando sus líneas de suministro.
Lo más importante, habían logrado su objetivo político principal: sacar a Italia de la guerra, un hecho sellado con la firma del armisticio el 3 de septiembre de 1943.
La campaña proporcionó lecciones invaluables en operaciones anfibias combinadas, mando conjunto y guerra aérea que serían cruciales para el Día D.
Sin embargo, también expuso las tensiones interaliadas y la dificultad de cercar y destruir a un enemigo decidido en un terreno favorable para la defensa, lecciones que resonarían en la larga y sangrienta campaña italiana que siguió.