En un momento crucial para el nacimiento político de Estados Unidos, el 2 de enero de 1788, el estado de Georgia se convirtió en el cuarto estado en ratificar la nueva Constitución, uniéndose formalmente al proyecto de nación federal que reemplazaba a los débiles Artículos de la Confederación.
Este acto no fue solo un trámite formal: reflejó los intereses estratégicos de un territorio fronterizo, con desafíos únicos, pero también con grandes aspiraciones dentro del joven experimento republicano.
Georgia en 1788: un territorio vulnerable
En 1788, Georgia era uno de los estados más pequeños y menos poblados, ubicado en el sureste del nuevo país. Tenía una economía agrícola incipiente, basada en el cultivo de arroz y algodón, y enfrentaba constantes amenazas de incursiones por parte de pueblos indígenas como los creek, así como tensiones con colonias españolas al sur (en la actual Florida).
Frente a estas amenazas externas, la Constitución representaba para Georgia una promesa de seguridad. El nuevo gobierno federal garantizaría protección militar, estabilidad política y oportunidades económicas más amplias gracias al libre comercio entre estados.
Una decisión unánime
Georgia fue uno de los pocos estados que ratificó la Constitución de forma unánime. Su convención constitucional, reunida en la ciudad de Augusta, aprobó el texto con 26 votos a favor y ninguno en contra.
Esta decisión fue impulsada por figuras como Abraham Baldwin, uno de los redactores de la Constitución y luego senador federal.
La rapidez y claridad con la que Georgia ratificó el texto contrastó con otros estados donde hubo intensos debates entre federalistas (a favor) y anti-federalistas (en contra). Para Georgia, la necesidad de integrarse en una unión fuerte era más urgente que los temores sobre el poder central.
¿Por qué fue importante?
Fortaleció el impulso federalista: Georgia fue el cuarto estado en ratificar la Constitución, ayudando a acercar el número necesario (nueve) para su adopción oficial.
Mostró el atractivo del nuevo modelo para estados periféricos que necesitaban apoyo nacional para sobrevivir y desarrollarse.
Estableció a Georgia como parte integral de la joven república desde sus comienzos, a pesar de su tamaño e influencia limitada en ese momento.
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