El 1 de enero de 1981, Grecia se convirtió oficialmente en el décimo miembro de la Comunidad Económica Europea (CEE), marcando un hito en su historia política y económica. Este acontecimiento fue el resultado de un proceso que comenzó en 1961, cuando el país firmó un acuerdo de asociación con la CEE, pero que se vio interrumpido por el golpe de Estado de 1967 y la instauración de la dictadura de los coroneles.
Con el restablecimiento de la democracia en 1974, bajo el liderazgo de Constantinos Karamanlís, Grecia reanudó su camino hacia la integración europea. En 1975, el país presentó su solicitud formal de adhesión, argumentando su identidad histórica como cuna de la civilización occidental y su compromiso con los valores democráticos y económicos europeos.
El proceso de adhesión no estuvo exento de desafíos. Algunos miembros de la CEE, especialmente Alemania y los Países Bajos, expresaron preocupaciones sobre la estabilidad económica griega, su alto índice de inflación y su estructura agrícola poco desarrollada en comparación con otros países europeos. Sin embargo, la adhesión de Grecia también fue vista como un paso estratégico en el contexto de la Guerra Fría, ya que fortalecería el bloque occidental en el Mediterráneo oriental y contribuiría a la estabilidad política en una región históricamente inestable.
Finalmente, en 1979, se firmó el Tratado de Adhesión, que estableció un período de transición para la plena integración de Grecia en el mercado común europeo. La entrada formal en la CEE en 1981 significó para Grecia acceso a fondos europeos, apoyo económico y una mayor integración con las economías más avanzadas de Europa.
Este paso histórico sentó las bases para futuras ampliaciones de la Comunidad Económica Europea, consolidando el proceso de integración europea que, con el tiempo, daría lugar a la actual Unión Europea (UE).
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