Las intervenciones militares no resultan siempre de una presión o llamado de los grandes intereses o de las oligarquías. El cuadro pretoriano es mucho más complejo.
Por otra parte, la ausencia de partido conservador no significa que la derecha fuera débil y la izquierda fuerte, lo que más ha llamado la atención es la falta de movimientos de izquierda poderosos y con raíces profundas. El abanico de las principales formaciones políticas se abre más bien del centro hacia la derecha.
Enfrentamientos sectoriales y dominación social.
Los indicadores económicos nos muestran la recurrencia de desequilibrios sectoriales. A nivel productivo primero. Cuando un sector es floreciente, otro se encuentra deprimido: no parecen exigir efectos de arrastre sino crecimiento de uno a expensas de otro.
Así no solo el alza del sector industrial provoca un fuerte desequilibrio de la balanza de pagos y la disminución de las reservas, sino que cuando la producción industrial baja las reservas suben y el balance de pagos arroja un saldo positivo.
Los golpes de estado del ´55 y ´62, y la revolución de palacio del ´70 fueron seguidos por devaluaciones decisivas del peso que favorecen las exportaciones agropecuarias.
En 1976 la primera medida de la política económica consiste en mejorar los valores relativos de la producción agro-pastoral, dando precios remunerativos a los productores.
Después de tres años de depresión agrícola los incentivos de tipo fiscal del nuevo régimen crean una bonanza agrícola notable, si bien de corta duración, mientras la industria entra en una crisis sin precedentes y el salario real obrero pierde alrededor de 50% en un año.
Es preciso notar además que las transferencias sectoriales afectan fuertemente la repartición de ingresos entre asalariados y no asalariados. Las discontinuidades políticas cuando provocan crisis económicas globales golpean los ingresos salariales.
El mejoramiento de la posición del sector agrícola, a merced al alza de precios relativos, frena la expansión industrial tanto como provoca la retracción del consumo popular.
Todas las series estadísticas apuntan a una relación entre las intervenciones militares y el nivel relativo de los salarios.
También se puede señalar que los golpes del ´55, ´62, ´66 y ´76 se sitúan en fases de altas coyunturas salariales o de rectificación de una situación desfavorable para el sector trabajo.
Al contrario, en 1943 la remuneración del trabajo estaba bajando cuando es derrotado el presidente conservador, y los salarios suben bajo el Gobierno Militar del 1943- 46.
Los casos de 1943 y 1966 prueban que no se trata de ninguna relación mecánica sino más bien de tendencias, y que la política determina la economía y no lo contrario.
Las dos intervenciones no directamente favorables a los intereses agrarios se verifican en periodos de euforia financiera de saldo positivo de balanza de pagos.
En 1966 se apunta a una industrialización monopolista con concentración de ingreso mientras en el ´43 la transferencia sectorial se armonizaba con una amplia redistribución a favor del consumo popular, tanto de consumidores como de productores orientados hacia el mercado interno de bienes no durables.
La especificidad de la sociedad argentina se debe ante todo a la existencia de un grupo dominante nacional relativamente homogéneo que detenta el prestigio y domina el sector motor de la maquina económica.
La concentración urbana y el desarrollo de las clases medias y obreras son dos fenómenos inter-conectados.
La élite dirigente, liberal y cosmopolita, ejerce una dominación ilustrada, creadora del progreso de la nación defiende sus privilegios a través de su rol histórico. Nadie amenaza su poder.
El proyecto de la “segunda Argentina” identificado con el congreso indefinido de una economía extrovertida, racionalizado por la generación de los próceres del ochenta, no ha sido puesto en tela de juicio por nadie.
Los industriales saben que la actividad agro-exportadora es la condición de su prosperidad. Clases medias y populares son sectores consumidores que se oponen a cualquier política arancelaria que fomente las industrias a costa del encarecimiento de los bienes de consumo. Los grupos dominantes ignoran los conflictos sociales.
Las clases medias aun industriales no tienen ninguna autonomía. Su posición subordinada es consentida y no les permite quebrantar el modelo económico dominante, sino adaptarse.
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